Escritos del Sr. Joaquín Gutiérrez

 Expongo a continuación algunos de los escritos que en su día recogió D. Joaquín Gutiérrez, quien ejerció el oficio de pastor en algunos pueblo del valle.

Entre los recuerdos de mi niñez hay un hueco para el Sr. Joaquín y la Sra. Anselma, quienes durante muchos años vivieron en Humada, en una casa hoy derruida, dejando un grato recuerdo entre los que tuvimos la suerte de convivir con ellos.

Era el S. Joaquín un hombre sencillo, afable, de buen talante, alegre. Recuerdo con especial añoranza aquellas fechas especiales en la vida de los pueblos, cuando matábamos el “chino”, casi una fiesta, que hacía bueno aquel dicho “hay cuatro fiestas en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi, la Ascensión y el día de san lechón”.

Además de pastor ejercía de matarife, persona que se encargaba de matar y estazar o descuartizar el cochino en piezas para después obtener los productos de la matanza: lomos, chorizos, salchichones. El Sr. Joaquín, además de ejercer estos menesteres con maestría, contribuía con su buen talante, su humor, sus chistes y chascarrillos a  crear ese ambiente semifestivo de este acontecimiento, tanto en la ejecución de las tareas propias de la matanza como en las comidas y, sobre todo, en las sobremesas.

Pero no es este el motivo por que el Sr. Joaquín se ha ganado un hueco en este blog sino por sus cualidades literarias para recoger y plasmar por escrito los dichos, acontecimientos, tradiciones, documentos históricos en un cuaderno que guardaba con especial primor.

Es de destacar el mérito de este autodidacta que, poco a poco, fue adquiriendo un bagaje cultural que ya quisiéramos poseer muchos de nosotros, de habernos encontrado en sus circunstancias, pues es de suponer que no acudiría con asiduidad a la escuela y por tanto su formación primaria sería escasa y que superando a base de tesón, dedicación y fuerza de voluntad hasta convertirse en una persona culta.

Agradecer, finalmente a su nieta, María Teresa Gutiérrez, el trabajo de recopilar y mecanografiar los escritos de su abuelo Joaquín, que han llegado a mis manos.

Transcribo, a continuación, literalmente los documentos que me parecen más interesantes por su historia, por su contenido, por su proximidad, su interés o relación con el pueblo de Humada.

El primer documento hace referencia a la historia de los cántabros, pueblo que según diversos documentos, extendió sus fronteras hasta Amaya como hemos recogido en otros apartados de esta web.

Tengo que decir que este documento ha sido copiado textualmente, corrigiendo algunos errores tipográficos, manteniéndome al margen de su autenticidad histórica, que en algunos aspectos no coincide con las opiniones de insignes historiadores, como se puede comprobar en otros documentos históricos recogidos en esta web.

 

 

 

HISTORIA

Cuando Augusto vino a España, el año 26 antes de Jesucristo, a guerrear contra los Cántabros y Astures, únicos españoles independientes del yugo romano, fijó sus reales en Seje y Samon (hoy Sasamón). Tres años estuvo el emperador mismo al frente de su ejército compuesto de numerosos y aguerridos batallones, luchando contra los invictos y formidables cántabros, sin poder jamás vencerlos mientras que estos denodados montañeses van diezmando los ejércitos romanos por medio de guerrillas bien combinadas. Esto causó tal y tanta pena en el ánimo del emperador que al fin hubo de retirarse, lleno de fatiga y pesadumbre, a Cataluña, dejando encomendada la guerra a su legado Antistio. Éste, después de sufrir repetidas veces descalabros y bajas considerables ante las sorpresas y ataques terribles de los guerrilleros cántabros, logró atraer ingeniosamente a estos a una llanura, tal vez la de Valdelucio, o la que se extiende entre Puente Toma y Porquera de los Infantes, y les ganó aunque a mucha costa la primera batalla que se dio cerca de los muros de Belgica, Velvica o mejor Velegia (hoy Helecha).

Los historiadores romanos no cuentan ni los muertos, ni los heridos, ni los prisioneros cántabros. Al contrario, parece que no hubo ni heridos, ni prisioneros, ni muertos, pues dicen que perdieron la batalla los cántabros. Se retiraron al monte Vindio, que comprendía la sierra de Sejos, Sierras Albas, Peña Labra y Picos de Europa. “Absidionis fame ad exterminium consumpti sunt”.

El historiador Paulo Orosio, (385 d.C – 420 d.C.) dice que “huyeron al monte Vinnnio (Vindio) por su naturaleza inexpugnable, donde por el hambre a causa del asedio, acabaron perciendo casi en su totalidad” “in Vinnium monten natura tutissimum confugerunt, ubi obsidionis fame ad extremun paene consumpti sunt”.

Algunos anotadores de Paulo Orosio, que escribió esto 400 años después de la batalla, le han corregido diciendo “Ab sidione et fame” “por el cerco y el hambre”. ¿Para qué tanto añadir y mudar? Mucho mejor sería corregirle escribiendo “absidionis fame”. Para que la andaluzada del presbítero fuese más visible y chistosa, pues no deja de tener chiste de gran viso afirmar que los cántabros refugiados en el monte Vindio murieron casi todos por el rum, rum de que estaban cercados en dicho monte.

Se conoce bien que Paulo Orosio no estuvo jamás en aquella incercable e inexpugnable montaña. Pero además se aumenta la donosura del chiste con esto que añade a renglón seguido: “Racilium deinde oppidum magna ni ac diu repugnans postremo captum ac dirutum est” “Después (se atacó) la ciudad de Racilio (Araillum) que resistió con mucha fuerza y durante largo tiempo, pero que al final fue tomada y destruida”. De donde se deduce que la mayoría de los que habían perecido volvieron a resucitar puesto que dice: “La población de Aradillura (hoy Aradillos, al norte de Reinosa, situada sobre el monte Vindio), luchando bravamente con numerosas fuerzas y por largo tiempo fue después y en último lugar tomada y destruida”. Esto significa que no los muertos resucitados sino los cántabros y vivos presentaron tenaz resistencia al general Antistio y quizá una mortandad espantosa en el ejército romano, y que el residuo de éste se apoderó del pueblo y lo arruinó después que los cántabros faltos de dardos y flechas le abandonaran la noche que les plugo con tanto sigilo que los romanos no pudieron coger ni un solo prisionero.

 

Esta fue la última hazaña de Antistio contra los cántabros y por eso dice Postramo: “De modo que dio por terminada la guerra desastrosa por las legiones romanas sin haber podido dominar más que una pequeña parte del territorio cántabro. Y temeroso de que volvieran a resucitar más montañeses, se retiró de aquellas empinadas alturas y se vino con su gente a Velegia, donde rehízo su destrozado ejército; de allí pasó a guerrear con los asures a quienes sometió en dos batallas ayudado por otros dos generales.

 

Terminada la guerra cántabra, Octavio Cesar Augusto mandó colocar, no en el monte Vindio, prueba que no estaba dominado, sino en Velegia, la cuarta legión macedónica, compuestas por 600 infantes griegos y 500 jinetes, concediéndola todo el territorio conquistado por ellos desde Castrillo Aya hasta Vallesioro, cerca de Sasamón, incluida en este territorio la Peña Amaya.

Los cántabros velegienses confinaban al mediodía con los turmódigos, desde el sur de Rebolledo de la Torre, pasando por el pie de la peña Amaya, Villamartín, hasta el río Odra, que nace en el término de Rebolledo Traspeña, quedando todo el territorio de este último pueblo dominado por los cántabros y bajando por la corriente del Odra hasta el oeste de Villasidro y desde aquí a Villamorón en donde empezaban los cántabros morecanos.

También Augusto dio órdenes para que los sometidos abandonasen los pueblos situados en los montes y bajasen a poblar los llanos y los valles.

 

En aquel tiempo, según parece, había en la meseta llana y espaciosa de peña Amaya una población de cántabros defendida por un castillo. De una y otro quedan aún hoy día ruinas y vestigios bien marcados. Sus habitantes, en cumplimiento de la orden de Octavio Augusto se vieron precisados a desamparar aquella su morada  y venir a poblar el llano, donde, según lo más probable, fundaron al pie de la peña y en terreno turmódigo una ciudad a la que dio, tal vez, el nombre de Amaya, que pudo ser el nombre de la población sita en la meseta mencionada. Y si no tuvo en sus principios este nombre, no hay duda que fue la que se llamó Segisamojulia, que se abrevió escribiendo Segisamaja y pronunciada Segisamaya, de donde quitando las sílabas Se-gis quedaba con el nombre que hoy lleva: Amaya, que fue honrada después con el título de Patricia. De aquí se desprende que sus primeros habitantes fueron cántabros aunque la ciudad estaba en terreno turmódigo, turmago o murgobo.

 

Según los más acreditados historiadores, los cántabros no solamente no estaban sujetos a los romanos sino que se dedicaban de manera importante al pillaje, robando a los romanos los mismos comboyes que enviaban a la legión macedónica. Esto que los romanos llamaban “latrocinios” fue en tanta cantidad que al año de terminada la guerra de los cinco años, los soldados de Roma se vieron precisados a reclamarlo a los audaces montañeses, amenazándoles con otra nueva guerra. Los cántabros contestaban lacónicamente “venid a por ello” y en este sentido debe entenderse la petición de los soldados romanos y la oferta de los cántabros de que nos hablan los historiadores, pues la montaña, entonces como ahora, no era tierra de tanto pan llevar para que los dueños de la tierra de Campos y del resto de España fuesen a pedir trigo como remedio de sus necesidades a una tierra tan pobre y estéril como Cantabria. Luego fue porque los cántabros se lo habían robado y así les contestaron “venid a por ello”. Los romanos entendieron la respuesta y se prepararon con numeroso golpe de gente para extraer por la fuerza el grano arrebatado de las casas mismas de los merodeadores. Pero éstos cercaron a los aguerridos soldados de Roma en un valle y a todos pasaron a cuchillo. Entonces, probablemente, fue cuando la cuarta legión considerándose poco segura en Velegia, llena de terror y de espanto, por el desastre sufrido trasladó Segisamojulia a Amaya. El descalabro de las huestes romanas mandó a Cantabria al mejor general de todos los tiempos, llamado Agripa.

Llegó éste a Cantabria, dos años después de concluida la primera batalla, con un ejército formidable, pero fue vencido con estrago horrible las dos primeras veces que peleó contra los cántabros, en la segunda de las cuales fue tanto el miedo de los romanos a nuestros montañeses y tal el número de bajas que éstos hicieron en aquellos que Agripa se vio obligado a devolver la tercera legión, que por su denuedo tenía merecido el título de Augusta, declarándola indigna de llevar ese nombre y los pocos soldados que de ella habían salido con vida los repartió entre las demás legiones, siendo reemplazada, para seguir la guerra, por la cuarta legión llamada Macedónica.

Restablecida la disciplina y remediados los reveses Agripa volvió a pelear con los cántabros y los venció.

Nada nos dicen los historiadores de los prisioneros que hizo, ni de los muertos, ni de los heridos. Este silencio es harto significativo, según mi entender.

Con esta victoria dio por terminada la guerra sin haber conquistado más que su antecesor Antistio, puesto que la cuarta legión volvió a residir en Amaya, donde renovándose de tiempo en tiempo, los soldados griegos que la formaban, subsistió desde el año 19 a.C. hasta el cuarenta y ocho de la era cristiana, en que por orden del emperador Claudio se trasladó a la Germania para luchar contra los frisones.

He dicho que los cántabros no fueron sujetos totalmente al yugo romano, ni en tiempo de la guerra dirigida por Augusto y terminada por Cayo Antistio que vino a durar cinco años bien repletos, ni en tiempo de Agripa cuya guerra vino a durar otros dos años. Y lo mejor de todo es que lo prueban los dos historiadores más fidedignos que se pueden presentar como testimonio fehaciente. A saber: Estrabón y Plinio.

 

Estrabón: natural de Amasya en Capadocia, vino a la luz del mundo en el año cincuenta antes de Jesucristo, es decir, veinticuatro años antes de empezar la primera guerra cantábrica. Murió el año veintiséis de la era cristiana, es decir, unos cuarenta y cuatro años después de terminado la del célebre Agripa. Por consiguiente fue contemporáneo de ambas guerras y es moralmente cierto que oyó de los soldados y oficiales griegos que las habían hecho lo que refiere su historia.

Es verdad que en un lugar de su obra escrita dice: “Cesar Augusto deshizo o refrenó a los cántabros, pero después de haber refinado la fiereza y costumbres de gallegos, asturianos y cántabros, que traducido al latín es como sigue: “Verum jam, ut dixi, omnia bella sunt sublata. Nam Cantabros, qui maxime hodie latrocinia exercent, iisque vicinos Caesar-Augustus subegit, et qui ante Romanorum socios populabantur, nunc pro Romanis arma ferunt, ut Conisci, et qui ad fontes Iberi amnis accolunt, Tuisiis exceptis” que traducido dice: “Mas, como ya lo tengo dichi, están acabadas todas las guerras. Pues los Cántabros, quienes hoy en día, realizan los mayores robos, y a sus vecinos Cesar Augusto los sujeto, y los que antes devastaban a los asociados de los Romanos, ahora llevan armas por los Romanos, como los Coniscos y los que habitan cerca de las fuentes del Ebro, excepto los Tuisios”

Pero, como he dicho, todas las guerras han cesado ya, pues Cesar Augusto sujeta hoy a los cántabros, los cuales se dedican con todo encarecimiento al pillaje y a sus vecinos los astures, y así los que antes atacaban a los soldados de Roma, ahora empuñan las armas a favor de los romanos como los Comiacos y los que habitan las inmediaciones de los fuentes del rio Ebro, excepto los Tuisos.

Según este testimonio irrecusable, tenemos que los cántabros no todos fueros subyugados por Cesar Augusto. Buena sujeción sería esta cuando vemos que los sometidos robaban desaforadamente a los sometedores, es decir, que arrebataban a los romanos sus bienes en grande escala. (Máximo).

Añade que servía los cántabros en la guerra a los romanos y para probarlo pone dos ejemplos: los comiacos y los que residen junto a las fuentes del Ebro. Pero de éstos últimos se ve precisado a exceptuar a los Tuisos, porque éstos no servían ni estaban sujetos a los romanos.

Luego, según Estrabón, no todos los cántabros estaban sometidos al yugo de Roma. Este testimonio es irrebatible.

Una advertencia tengo que hacer sobre la palabra Coniaci, en griego kovacci, y es que en este vocablo hay un error de copia. Los historiadores quieren que sea koukavoi, los conicanos, pero como éstos eran limítrofes de los astures, no fueron ni siquiera atacados por las legiones de Augusto, puesto que los astures, enemigos de Roma y hermanos de los cántabros, guardaban a los conicanos la espalda. Además es muy difícil cometer un error tan marcado en que habría que confundir letras también distintas. Yo juzgo que koviakoi está en vez de koviacoi, los coniscos (confinantes con los autogones o berones septentrionales, que los vizcaínos sujetos a Roma). El error de copia es en este caso muy fácil, pues en el idioma griego la letra alfa (α) y la letra sigma (σ) son, como se ve, muy parecidas y un poco que se escape la mano en la sigma queda convertida en alfa.

PLINIO, que nació en el año veintitrés de la era cristiana y murió en el setenta y nueve, implícitamente confirma, corrobora y amplía lo dicho por Estrabón, pues dice en su obra Historia Natural, cuya impresión se hizo: Apud inclitum Basilian anno MQXXXV (1.535), lo que al pie de la letra copio: “civitatum IX regio cantabrorum” que traducido signfifica “la región de los cántabros tiene nueve ciudades”.

Después al tratar de los pueblo que acudían a la audiencia en Clunia, situada entre Coruña del Conde y Peñalba de Castro (Burgos) dice: “In conventum Cluniensem Varduli ducunt populos XIIII, ex quibus Alabanenses tantum nominare libeat, Turmigi IIII, in quibus Segisamonenses et Segisamaiulienses” “Al “conventus” Cluniense los várdulos aportan catorce pueblos, entre los que son dignos de mención los alabanenses, los cuatro de los turmódigos, entre ellos los segisamonenses (de Sasamón) y los segisamojulienses (de Amaya)”.

Por lo que se ve Sasamón y Amaya estaban en terreno turmógido y al llegar a los cántabros sólo dice esto “Nan in Cantabricis quatuor oppidis Julibriga sola memoratur” “Que entre los cuatro pueblos de Cantabria solo merecía ser recordada Juliobriga.

De modo que al municipio o audiencia de Clunia no asistían en tiempos de Plinio más que los partidos de cuatro ciudades cántabras. ¿Pues adónde iban los de las cinco ciudades que faltan hasta llegar al número nueve mencionado más arriba: “Civitatum IX regio cantabrorum”. A ninguna de estas partes sujetó el imperio romano. Luego los partidos correspondientes a estas cinco ciudades eran independientes. Luego los romanos no subyugaron toda la Cantabria, sino una parte muy pequeña de ella. Por otro lado de los cuatro que acudían hay que quitar un buen trozo como se ve en los juliobrigenses que sólo fueron sometidos los que habitaban desde Aguilar de Campoó hasta las fuentes del Ebro, incluyendo las capitales de esta comarca, Julióbriga, hoy Retortillo, que también estuvo sujeto a los romanos, pero no los plentusios, pues Estrabón los exceptúa, ni los que hay desde el nacimiento del Ebro hasta Portus Victoria Juliobrigensium (hoy Santander o Santoña) pues los romanos no pasaron de Aradillos.

Diecisiete siglos anduvieron de mano en mano los escritos de Plinio y Estrabón sin que nadie se atreviera a enmendar el nada, pero en el s. XVIII se cometió esa osadía y ligereza por sus anotadores. Como si estos supiesen mejor los acontecimientos, quedando de ellos a siglos de distancia, que los fieles narradores contemporáneos de los hechos que refieren, informados por sus ojos o enterados por millares de testigos que lo presenciaron

Y si me dice alguno ¿por qué no hubo más guerra entre los montañeses de Cantabria y los romanos? Contestaré a esta pregunta:

  1. porque los cántabros se contentaron con sus merodeos
  2. porque los romanos no quisieron exponerse a nuevas hecatombres.

 

Esta independencia conservaron los cántabros en su mermado territorio hasta las invasiones de los pueblos bárbaros, que comenzaron a principios del siglo segundo, se acrecientan en el tercero y al final de este siglo empiezan a inundar las fronteras del imperio que, para contrarrestar a los invasores, se ve obligado a sacar de las provincias casi todas sus fuerzas, incluso las que estaban de asiento en las fronteras de Cantabria. Entonces los cántabros independientes y los sometidos se unen contra los romanos y recobran lo perdido y extienden el territorio y la denominación de Cantabria.

 

Invaden los bárbaros España y ninguno de los diferentes pueblos que ellos formaban midió sus armas con los cántabros hasta Leovigildo, que les hizo la guerra. Refiere este hecho San Juan Bielarense, que nació hacia el año 540, el cual, desterrado de Barcelona por Leovigildo, fue fundador del monasterio de Biclara y después obispo de Gerona, hasta que murió santamente el 621. Fue, pues, contemporáneo de los años que refiere el año sexto del rey Leovigildo, 574 de la era cristiana, con estas frases: “His diebus Livvigildus rex Cantabriam ingressus provinciae pervasores interfecit, Amaiam occupat, opes eorum pervadit et provinciam in suam revocat dicionem”.  “En esos días el rey Leovigildo entra en Cantabria, extermina a los usurpadores de esa región, ocupa Amaya, se apodera de los bienes de aquéllos y somete la provincia [de Cantabria] a su poder”

Y después en el año 575 dice: “Leovvigildus rex Aregenses montes ingreditur, Aspidium loci seniorem cum uxore et filiis captivos ducit opesque eius et loca in suam redigit potestatem” “El rey Leovigildo penetra en los montes Aregenses, hace cautivos a Aspidio, señor del lugar, junto con su esposa e hijos, y se adueña de sus bienes y tierras”

Es increíble la confusión que esos dos pasajes del santo han causado en los historiadores desde muchos siglos a esta parte. Ellos han confundido la provincia con Cantabria y la ciudad de Amaya con Aregia.

El texto del autor contemporáneo de Leovigildo no dice tal cosa. La palabra “provincia” es nombre propio de aquella comarca de treinta y cuatro villas, que en el 460 arrebataron al emperador Mayoriano las tropas godas mandadas por el capitán Suenerico. A este país le llamaron los romanos provincia Gothorum (hoy Tierra de Campos). Dada esta explicación genuina, y la única verdadera, fácilmente se comprende:

  1. Que los cántabros no satisfechos con las conquistas hechas a los romanos en el territorio de León, los Berones y los Vascos habían extendido su Cantabria por el mediodía hasta los límites godos.
  2. Que los limítrofes se habían convertido en invasores de la provincia (Gothorum).
  3. Que Leovigildo, al ver tanta audacia, vino a perseguirles, no en la Cantabria propia sino en la nuevamente conquistada. Mató a los que pudo, no sin que cántabros hicieran lo mismo con los godos.
  4. Que el rey godo, merced a su caballería, se apoderó de Amaya y la saqueó pero ni pasó de allí ni la pudo conservar por largo tiempo.
  5. Que ahuyentados los invasores, el rey volvió a recuperar la provincia Gothorum, campo de Gothorum o tierra de Campos: “Leoviguldus Rex Cantabriam ingressus, provinciae pervasores interficit, Amaiam occupat, opes eorum pervadit, et provincia in suam revocat dictionem”
  6. Que los jefes cántabros eran enemigos de romanos y godos puesto que invadían las
  7. tierras de unos y otros y se apoderaban de sus bienes.

 

Luego estos  jefes eran independientes en su país primitivo y en las tierras que después conquistaron mientras en su poder estuvieron y por esta razón llaman godos y romanos llaman a estos jefes “duces”, expresando la idea de absoluta independencia y soberanía. Cierto es que los godos sucesores de Leovigildo se apoderaron de gran parte de las conquistas realizadas por los “duces” en los Berones y Vasconia, pero jamás pudieron conquistar, ni invadir siquiera, la comarca primitiva de Cantabria, de modo que la monarquía visigoda quedó arruinada en la batalla de Guadalete sin haber podido someter nunca bajo su yugo a los cántabros.

Duques independientes de Cantabria fueron don Beremundo, don Pedro, don Favila, este fue el padre de D. Pelayo, primer rey de Asturias, a quien sucedió su hijo Favila, quien muere en una pelea con un oso. A Favila le sucede su cuñado don Alfonso el Católico como tercer rey de Asturias, Alonso era hijo de D. Pedro, duque de Cantabria, y hermano de D. Fruela “duque soberano de Cantabria” que fue el cuarto rey de Asturias después de la muerte de su hermano Alfonso I “El católico”.

Estos duques lo fueron de Cantabria y otros pueblos de los Berones mucho antes de la batalla de Guadalete. Luego ni Pelayo ni Alfonso fueron Bascones sino cántabros de pura raza y si estuvieron emparentados con los godos, esto no fue por línea masculina sino por la madre de Pelayo, que dicen fue hermana del rey Don Rodrigo. Yo creo que este parentesco es pura ficción, pues no hay historiador contemporáneo que lo confirme y los que un siglo después del nacimiento de D. Pelayo lo aseguran o hacen un testimonio fehaciente que lo compruebe.

Arruinada la monarquía visigoda, Cantabria sirvió de refugio a los cristianos perseguidos y vejados por los árabes. Éstos acometen las fronteras de Cantabria y aunque D. Pedro los venció el año 716 en Tejada, sin embargo, logran apoderarse de Saldaña, Mave y Amaya, ciudades fronterizas en el territorio cantábrico, menos la segunda, tres o cuatro leguas adentro. Todas estas ciudades y otras muchas, desde Portugal hasta los Pirineos, fueron en tiempo de Don Fruela, duque de Cantabria,  hermano de D. Alfonso I el Católico y compañero inseparable en la lucha contra los moros. Así como reconocieron por rey a D. Alfonso los gallegos y gran parte de Portugal, así como Burgalia o tierra de Burgos, la mayor parte de los Berones y muchos de la Vardulia, reconocieron por su soberano a D. Fruela. Y se juzga que, por haber acompañado a su hermano en todas las guerras que se dieron, se le otorgó al duque de Cantabria el título de Conde (Comes, Comitis) que significa compañero.

  1. Fruela, acaso antes de morir y cuando dirigía los destinos de Asturias, transmitió como signo de alcanzar las dos soberanías, la asturiana y la cantábrica, a su hijo y sucesor D. Rodrigo. Lo cierto es que éste a pesar de haber heredado los estado propios y adquiridos de su padre no se intituló duque de Cantabria, acaso por no disgustar a los pueblos nuevamente agregados o por la razón dicha. Señor Conde de Castilla, que entonces comprendía y significaba lo mismo que la Cantabria.

Fruela tuvo además otros dos hijos: Aurelio y Bermudo “el Diácono”, condes de Asturias. El primero, nombrado por elección, después de Fruela, hijo de Alfonso I “el Católico”, el segundo después de Mauregato, hijo bastardo de Alfonso I y de una esclava musulmana de nombre Sisalda, pero renunció a la corona de D. Alfonso II “el Casto”, nieto de Alfonso I.

Bermudo, a pesar de ser diácono, se casó, con dispensa, con Nunilo (Uzenda Nunilona) y tuvo por hijos a Ramiro I, elegido rey de Asturias por haber muerto Alfonso II “el Casto” sin sucesión.

De lo dicho se desprende que D. Pelayo, Alfonso I “el Católico”, Fruela, Aurelio, Bermudo y Ramiro fueron naturales de Cantabria y el fundamento de la de la restauración católica en España, juntamente con los esclarecidos y aguerridos duques cántabros y sus sucesores y herederos, los condes soberanos de Castilla.

  1. Rodrigo, conde soberano de Castilla, repobló la ciudad de Amaya y la hizo cabeza de su estado. Firmó varias donaciones desde el 762 en adelante. Murió en el año 800 dejando tres hijos: Don Diego, conde soberano de Castilla; D. Nuño, conde privativo y señor de Amaya y D. Sancio (Sancho) que fue elegido juez de Castilla.

Amaya fue cabeza de Castilla hasta que Diego Porcellos, biznieto de D. Rodrigo, habiendo fundado Burgos, se trasladó a esta ciudad. Probablemente Amaya también fue sede episcopal para después pasar a Burgos.

En resumen, y por lo se refiere a la población actual de Amaya, podemos decir que:

  • La antigua Segisamojulia de Plinio, cuyos primeros habitantes fueron cántabros de pura raza, aunque sometidos a los romanos.
  • Que fue residencia de la cuarta Legión Macedónica por espacio de 66 años.
  • Que los cántabros independientes se volvieron a apoderar de ella a finales del siglo II o principios del III.
  • Que estuvo bajo su dominación hasta que Leovigildo se apoderó de ella y la saqueó pero la abandonó pronto, ya que los cántabros le molestaban desde la peña o porque estaba satisfecho al volver a su obediencia la Tierra de Campos. Por consiguiente, de nuevo, Amaya es recobrada por sus legítimos dueños, los cántabros.
  • Que arruinada la monarquía visigoda, Amaya cayó en poder de los moros, pero fue reconquistada en tiempos de Fruela y su hijo D. Rodrigo la repobló e hizo cabeza de Castilla, en cuyo tiempo se elevada a la dignidad de sede episcopal.
  • Que D. Diego Porcelos, nieto de D. Diego II, conde y sucesor de su padre D. Rodrigo, trasladó esta supremacía a Burgos.
  • Que condes privativos de Amaya descendieron por línea directa de D. Pedro, duque de Cantabria, padre de D. Alfonso y D. Fruela, ni más ni menos que los condes soberanos de Castilla.

De donde se deduce que gobernaron en Amaya como condes soberanos de Castilla:

  • Rodrigo I
  • Diego I
  • Rodrigo II
  • Diego II, llamado Porcelos, fundador de Burgos.

Conste que fueron condes soberanos de Castilla por varias donaciones que citan Pellicer y Salazar.

 

Situación geográfico-histórica de la Villa de Amaya (tomado del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano)

Amaya (Geog.)

Villa con Ayuntamiento, al que está agregado el lugar de Peones de Amaya, del partido judicial de Villadiego, provincia y diócesis de Burgos. 360 habitantes. Situada al pie de la peña de su nombre y cerca de las fuentes de río Fresno. Terreno montañoso y áspero pero fértil. Produce cereal, cáñamo y hortalizas. Ganados lanar y vacuno.

Historia

Esta población es probablemente la antigua Segisamojulia en la que asentó sus reales Augusto cuando vino a dirigir la campaña contra los Cántabros. Lo cierto es que Amaya tenía gran importancia como plaza fuerte. Obtuvo luego el título de Patricia y fue muy nombrada durante la época visigoda.

Fue conquistada por Leovigildo, cuando este monarca subyugó Cantabria, si bien es dudosa so correspondencia con la ciudad de Aregia, que S. Isidoro menciona entre las conquistas de este rey y más aún que fuera la capital de Cantabria como afirman algunos autores modernos.

La ciudad debió ser destruida en los primeros días de la reconquista, según los anales toledanos y la crónica de Burgos.

El conde de Castilla, D. Rodrigo, repobló Amaya entre 860 y 900 y la erigió en capital de sus estados. La quemaron los muslimes (musulmanes) en una de sus expediciones y de nuevo fue repoblada por Ramiro II

 

Nota: He procurado transcribir lo más literalmente posible este documento histórico tal como lo escribió el Sr. Joaquín, a sabiendas que algunos datos no se ajustan al contexto histórico.

Lo que aquí pretendo resaltar es el interés por la  cultura de un personaje autodidacta, quien, a pesar de las circunstancias personales que le tocaron vivir, recuerda que se dedicó al oficio de pastor. Probablemente no pudo recibir la enseñanza primaria como los demás niños de su época, lo que magnifica aún más el mérito de haber recogido estos escritos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SERMÓN BURLESCO

 

Transcribo, a continuación, uno de los escritos recogido por el Sr. Joaquín que mejor resume su carácter alegre, divertido, gracioso.

 

Este sermón burlesco, jocoso y entretenido para divertir a los concurrentes en una sala después de haber llenado bien la barriga.

 

Sea por siempre bendito y alabado

el buen vino empipado,

y la engruesada morcilla

que engorda la pantorrilla.

 

Per signum Crucis in fronte  señalada.

libera nos Domina de pedrada,

mundos aliquandum est manducationem,

acarreavit sibi suam perditionem.

Son palabras del Doctor D. Tomates,

al capítulo cuarto de sus disparates.

Lloraba Balaan, amados oyentes,

de haber visto a su burra con pendientes;

suspiraba afligido el macabeo

de ver a las monjas con solideo.

Gritaban los antiguos profetas

de ver esos burros con escofietas;

y al ver vosotros estos desgobiernos

no pongo en duda que lloraréis cuernos:

y mirando los tiempos presentes

al punto nacerán en vuestras frentes.

 

Sí, auditorio muy amado,

en dos puntos traigo separado

todo el discurso de mi sermón,

y así os encargo la atención.

En el primero veréis, que por el lujo y el vestido

está todo el mundo perdido.

En el segundo os haré ver con desatino

las virtudes y efectos de don vino;

pero antes explicaré un punto de doctrina,

que será sobre la gula o golosina.

 

Es la golosina, según definiciones,

causadora de muchos torozones,

así lo define el doctor Facundo,

el que iba enseñando el culo por el mundo.

Ejemplo tenemos en nuestro padre Adán,

que calla y toma lo que le dan.

El pensó no hacer nada,

pero nos encajó mala empanada,

pues por coger la manzana  del vedado puesto,

él a la verdad quedó indigesto;

la culpa de Eva la taimada,

por no habérsela dado bien asada:

por ella nos vienen tales torozones,

que nos obligan a llevar calzones.

 

Pero decidme si una manzana causó tanta dentera

¿qué hará aquel que come una carga entera?

¿y qué diremos de aquel goloso

que hace por colación un buey sarnoso;

y sin ver que le previenen mil plagas,

se come un rocín lleno de llagas?

¿Y qué diremos de aquellos golosos extremados

que almuerzan pimentones albardados?

¿Y qué diremos, en fin, de aquel tragador

que no gasta ni cuchara ni tenedor?

antes bien, sin andar en cumplimientos,

echa de pronto sus diez mandamientos,

y como si tiempo le hubiese de faltar,

se traga una morcilla sin mascar.

 

Podemos decir de estos manducantes

que son un hato de rocinantes;

y sería mejor a mi parecer

echarlos a los prados a pacer,

y ni aún así se habrían de hartar,

según el ejemplo que os voy a contar.

 

Cuando el abuelo de Adán pasó por avaro,

asistió a su mesa un convidado

de tan noble sangre y descendencia,

que aparentaba, según mi sentencia,

aquella quijada que en otra ocasión

anduvo entre las zarpas de Sansón.

Estaba éste tan inapetente

que no podía apretar bien el diente;

pero, no obstante, se comió

doce cabritos adobados,

veinte conejos albardados,

treinta lechones de leches,

y cien cargas de huevos en escabeche.

 

Pero, ¡Oh miserable glotón!

no te se espera mal reventón:

en efecto, le dio desmayo de cabeza,

que el imaginaba ser flaqueza.

 

Acuden sin dilación a socorrer aquel apretón;

y sin atender a más razones,

le sueltan muy deprisa los calzones;

cada cual descarga su escopeta,

y al triste glotón hecho babieca,

sin aguardar a dilaciones

le embocaron el sumo de cien cargas de limones.

Otro boticario le suplica

le componga cien purgas de botica,

y después de encajarle estos alimentos,

le faltaron al pobre los alientos.

 

Murió de repente este Badea

¡ojala que a vosotros no os suceda!

¿Habéis oído, fieles, este ejemplo?

pues aún más golosos os contemplo;

porque sois de estómago tan delicados

que habéis de dejar sin yerba los prados.

Basta de doctrina, y para proseguir mi sermón

os encargo la atención;

y para que yo hable con desacierto

a todos mis oyentes les advierto

echéis a las botellas buenas flores,

repitiendo conmigo, brindo, señores.

 

Bonum vinum quitat calenturam

malum ducir hominen in sepulturam,

mundus aliquandum et manducationen,

acarreavit sibi suam perditionem.

Son palabras del Doctor ya citado,

estándose comiendo un estofado.

Dijeron antiguamente falsos profetas

que el mundo había de dar dos mil volteretas.

Sí, amados oyentes, esta profecía

llegó a verificarse hoy en día;

porque vemos que el mundo está perdido,

y consiste sin duda en el vestido;

y si tenéis un poco de paciencia

os daré de ella clara evidencia.

 

Después que pecó nuestro padre Adán

tuvo que arbitrarse para ganar el pan

y escogiendo de los oficios el mejor,

al instante se puso tejedor:

aprendió en breve a tejer banadillas,

y nuestra madre Eva le hacía las canillas,

confirma un poeta esta sentencia

en el libro rasgado de la Jurisprudencia;

y prosigue este bachiller en el decir,

que al instante se hizo de vestir.

Hízose una camisa con bolsillos,

y de tela de Sesma unos calzoncillos.

 

Hízose también una montera con mangas

para cuando saliese a coger gangas.

Al ver Eva ir tan majo a su marido,

determinó hacerse otro vestido.

Hízose una saya de tela de cedazos,

con sus mangas para meter los brazos;

un jubón a manera peto,

que de puro ancho le venía prieto.

Hízose también unas medias negras de hilo colorado

y un pañuelo azul todo encarnado,

vestida, en fin, así esta buena gente,

vivieron después pacíficamente,

pues como hay ahora tanta guerra,

no vivieran estos con paz en la tierra.

 

Mas ¡ay Dios mío! exclama aquí un poeta,

el mundo va ya dando su voltereta.

¡Oh mundo infeliz y desdichado,

que el viento te tiene ya tragado!

¿Pero qué aire es éste que te hace voltear?

Ved al mismo poeta gritar:

“Mundus aliquandum est manducationem

acarreavit sibi suam perditionem”

Sí, amados oyentes, este aire a la sazón

en muchas cabezas tiene su región,

pero son inútiles sus pensamientos,

porque se van gobernados por los vientos.

 

Y si no, decidme: ¿Qué indica el mundo por sus procederes

sino que los hombres se han vuelto mujeres?

¿Vemos a los señores de estas primaveras

llevar aquellas casacas de amolar tijeras?

¿Vemos aquellos gorros blancos

con aquellos sombreros como barcos?

¿Se estila, por ventura, hoy en día

la polaina parda que antes se veía?

sólo los viejos usan de estos vestuarios,

y son tenidos por estrafalarios,;

mas éstos, éstos del siglo ilustrado,

sólo en componerse ponen su cuidado;

los más se visten de militares luego,

aunque se hiele la región del fuego.

 

Pónense unas chupas, calzones y sombreros,

y todos al presente parecen toreros,

los zapatos enteros que antes se usaron,

en medios al presente se quedaron.

¡Oh!, ¿Qué diremos de las devanaderas

que algunos llevan en sus calaveras?

Os diré que parecen ciudad arruinada

pero me diréis que esto no es nada,

pues digo sin delicadeza

que llevan el infierno en su cabeza.

 

Allá los piojos tienen su aposento,

entre los polvos, sebo y el ungüento.

¿Y qué me diréis de éstos, amados oyentes?

¿Cómo no se caen vuestros dientes?

¿Cómo no se hielan vuestros intestinos?

No seáis vosotros de estos modistas,

más vale que seáis pantomimistas,

la cual, por ser parte de mi asunto,

diré en breve en el segundo punto.

 

SEGUNDO PUNTO

No cabe en un hombre mayor desatino,

que es hacerse aguado y no probar el vino

porque es el agua, si yo no me engaño,

la que causa en el hombre grande daño.

 

Frialdades de estómago, indigestiones,

toses, catarros, torozones,

tisis, calenturas, tercianas,

melancolías, costipados y desganas.

A vista de esto ¿habrá entre mis oyentes

quien se atreva a pasarla por los dientes?

Dice pues Tarugo, en su arte de cocina

que sólo se ha de beber por medicina,

y entonces, dice, con moderación

no sea que cause opilación.

 

Ea pues, alegraos fieles, que el río viene turbio

sin duda nos anuncia otro diluvio,

pues tengo leído en el Doctor Longinos,

que el segundo diluvio ha de ser de buenos vinos

y haciendo relación de sus señales

dice, se secarán los árboles frutales,

las nubes lloverán abadejos,

aceitunas, pimentones y conejos,

almendras tostadas, quesos salados

magras, chorizos y carneros asados.

 

¡Ay de vosotros, calvos, en aquel día,

si no tapáis bien vuestra calvería!

Pues si os pegan las aceitunas en el cogote,

se volverán al cielo de rebote.

Entonces a Mahoma le dolerán la muelas

y romperá con ellas huesos de ciruelas,

entonces, digo, cuando las nubes lluevan buenos vinos,

cuando los arroyos crucen los caminos,

cuando las fuentes manen mistelas,

y el Ebro se convierta en vino de Tudela.

 

Entonces sí que los cirujanos

dejarán de matar a los cristianos.

Los boticarios venderían sus botes,

y pondrán sobre sus ojos dos pegotes,

al ver que ninguno acude a su oficina

a buscar para sus males medicina.

Porque esto, a la verdad, sería una locura,

viendo que el vino quita toda calentura.

Omnis calentura curat a vino.

Son los efectos del vino tan probados,

que si muchos lo supieran, no fueran aguados,

pues a más de curar las lombrices,

tiene otros efectos más felices,

quita la reuma y perlesía

y es un gran remedio contra la melancolía.

 

Pero estos efectos no causa todo vino,

y así, pensar en ello sería un desatino,

porque hay vino de si tan pernicioso,

que aún el olor ofende y es dañoso,

de éste bebió Arrio el malvado

cuando en las secretas le hallaron reventado.

¡Ójala, decía el hereje Calvino,

las mujeres que lo gustan bebieran de este vino

para que viendo éstas reventadas,

quedaran las demás escarmentadas.

 

Más no hablo y de este mi sermón,

hablo, sí, de aquel que echado en el velón

alumbra al dios Baco al mediodía

y por esto alumbrado venía.

Hablo de aquél que en las tabernas

suele hacer a muchos ligeros de piernas,

hablo de aquel que en los bodegones

sufre también sus persecuciones.

Etiam in taberna invenitur persecutio!

Pues mujeres sin juicio y sin cabeza,

¿por qué quitáis al vino su naturaleza?

¿No sabéis que os dice Galeno

que el vino aguado es el peor veneno?

¿Sois vosotras aguadas por ventura?

y si no, ¿quién os ha enseñado a hacer esta mixtura?

¿No os acordáis de aquellos años

en que andaban muy afligidos los aguados?

 

Mas los parientes y amigos del dios Baco

reventarán por la tripa y el sobaco

pues uno escribió desde Tudela

que el agua de aquel vino se había vuelto mistela.

Otro escribió desde Benavente

que han llovido barriles de aguardiente.

Pero ¿adónde voy, amados fieles?

Desde aquí veo abundancia de moscateles,

y en una palabra, por no causar cansancio,

el mar se convierte en vino rancio.

Pero ¡ay señores! me diréis que el pescado

es en este mundo gran bocado

y si nos faltan los ríos y el mar,

ya los pescadores no podrán pescar.

 

Pero perded cuidado, fieles míos,

que nunca faltarán pesadores en los ríos,

porque si antes pescabais truchas y barbitos

ahora pescaréis moscas y mosquitos.

Si antes el mar criaba buenas sardinas

ahora criará buenas pantomimas,

mas ya deseosos de ver el diluvio os contemplo

os voy a concluir con un ejemplo.

 

Sucedió que dos ciegos en Añastro

cazaban golondrinas con el rastro,

paraban sus barrillas con primor

y faltándoles la liga a lo mejor

determinaron pasar a Trujillo

a comprar una cazuela de mostillo.

 

Volvíanse ya después de haberlo comprado,

vieron a un calvo dormir en un prado,

comenzaron a darle gritería

viendo que el calvo nada oía

metió el ciego la mano en el bolsillo

y sacando la cazuela de mostillo

huyó la mano con tal presteza

que se la plantó por gorro en la cabeza

y retirando la cabeza a un lado

quedose el pobre calvo bien untado.

 

Acuden al punto las abejas

a darle música en la orejas,

las moscas, avispas y moscardones

por la calva se pasean a millones.

El cénife, el tábano, el mosquitillo,

todos acuden al olor del mostillo.

Despierta el pobre con mil sofocaciones

y empieza con la calva a pescozones.

Echa a correr por los zarzales

y van tras él los animales.

 

Halla allí una mujer compadecida

y le encajó una caldera de agua hervida,

con esto el mosquitillo fue limpiado,

pero quedó el pobre calvo bien escaldado.

¡Oh agua, que de todos modos dañas!

¿Habéis oído por ventura cosas más extrañas?

Ea, amados fieles, seguid mis documentos

y dejad el agua para los jumentos.

No os hará daño ninguna merienda

si bebierais vino bueno de Cosuenda.

 

Conservaréis la dentadura blanca

si bebierais vino rancio de Villafranca

no os dolerá diente ni muela

si bebierais vino rancio de Tudela

pero si éste lo bebiereis aguado

tendréis el estómago avinagrado.

Y tu, ¡oh botella de bota!

no admitas en tu seno

sino vino que sea puro y bueno

que a nosotros de corazón nos pena

que siempre que te vemos no estés llena

y te prometemos, como buenos hermanos,

no dejarte nunca de las manos

y te buscaremos, aunque sea a ciegas,

por eternidad de eternidades en las bodegas.

 

RESPONSO

 

El rico y el pobre son dos personas.

El militar lucha por los dos.

El contribuyente por los tres.

El trabajador produce por los cuatro.

El vago come por los cinco.

El estraperlista explota a los seis.

El abogado defiende a los siete.

El defensor absuelve a los ocho.

El farmacéutico envenena a los nueve.

El médico mata a los diez.

El sepulturero entierra a los once

Y el seguro de enfermedad se lleva el dinero de los doce.

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