Texto:/José Luis Pérez
Un equipo de investigadores de la Universidad de Cantabria dirigido por el profesor de Arqueología Miguel Cisneros trabaja desde 1997 en este yacimiento, considerado uno de los castros más grandes de Europa. Las excavaciones han permitido desvelar aspectos de la vida en la Edad del Hierro Desde el año 1997 un equipo de arqueólogos e historiadores de la Universidad de Cantabria (UC) dirigido por el profesor titular de Arqueología Miguel Cisneros Cunchillos desarrolla un proyecto de investigación en el castro de La Ulaña, localizado en el municipio Humada, al norte de Burgos. Este yacimiento, ubicado en la antigüedad en la frontera entre el pueblo cántabro y los turmogos, considerado uno de los más grandes asentamientos castreños de Europa, está permitiendo precisar algunos aspectos de bastante poco conocidos del periodo comprendido entre el final de la Edad del Bronce y la Edad del Hierro, en un territorio que entró en la Historia a raíz de la conquista por parte de las legiones romanas poco tiempo después, cuando Augusto decidió enviar su ejército al norte de Hispania para concluir la conquista de la Península y acabar así con una incómoda resistencia que impedía explotar económicamente estos territorios bañados por el Cantábrico.
Haca escasas semanas el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria ha editado una monografía cuyos editores son el propio Miguel Cisneros y Pilar López Noriega, en la que se expresan y detallan los trabajos realizados en este yacimiento y su entorno entre 1997 y 2001.
La Ulaña se encuentra en una zona de emblemáticos yacimientos prerromanos como Peña Amaya, Monte Cildá o Bernorio, a unos 40 km al sur de Reinosa en línea recta, que siempre han estado en el horizonte de los investigadores para desvelar datos del periodo anterior a la conquista romana.
Se trata de un asentamiento que tradicionalmente la historiografía le ha situado en territorio de la Cantabria prerromana, pero el equipo de la UC se muestra más prudente por la falta de datos de la cultura material y de la estructura social de sus habitantes. Por ello y por otros datos se inclinan por situar La Ulaña en un territorio de frontera entre cántabros y turmogos (otro pueblo prerromano), no entendía ésta como una línea definida; es más, sería una «zona de paso», una «tierra de nadie» cuyos límites debieron ser cambiantes y difusos.
Emplazamiento
El castro de La Ulaña se sitúa en una ‘lora’ de cinco kilómetros de longitud y de una anchura que oscila entre los 150 m y los casi mil, desde la que se divisa todo el territorio circundante. La altitud oscila entre los 1.150 y 1.230 m, elevada sobre los valles que la rodean unos 230 m y claramente delimitada por farallones.
Su extensión, en concreto 586 ha de las cuales 285 se localizan en la plataforma superior, permiten considerar al castro de La Ulaña como el mayor de España y uno de los más grandes de Europa. Esta circunstancia favoreció que los pobladores de este asentamiento combinasen las condiciones naturales del lugar con estructuras constructivas -murallas- para conseguir una necesaria defensa y protección del área de hábitat. No obstante, la muralla (250 m de longitud y una anchura media de 3,5 m en una zona mejor conocida) también pudo contar con un valor ‘monumental’ y ‘simbólico’, al tiempo que cumplía una función de cohesión social para el grupo.
Hábitat
Las estructuras localizadas en las primeras campañas fueron un total de 267, de las cuales 48 son de apariencia tumular y contorno circular, pudiendo tener un carácter funerario, y 179 se han identificado como de habitación. De éstas 77 son de planta circular, 43 de planta rectangular cerrada, 31 de planta rectangular abierta, 26 ovales y dos cuya planta de contorno rectangular está rematada en uno de sus lados en círculo; el resto son muros de diversa morfología y época. Estos datos han permitido al equipo de la UC establecer como cifra orientativa el número de pobladores del castro, entre 500 y 600.
En la campaña del año 2000 de abordó la excavación de cinco de estas estructuras de hábitat, que se correspondían con parte de dos unidades de ocupación. Sobre un zócalo de sillarejo trabado con tierra compacta, se levantaron las cabañas para cuya construcción lógicamente se empleó piedra, tapial y madera. Bajo una techumbre a dos vertiente se localizó un hogar y una gran masa de arcilla quemada que definía el punto donde se ubicaba un pilar para sujetar la cubierta. También se han identificado en otras estructuras hogares cuya finalidad era la de taller. Estas estructuras de ocupación se cree que fueron habitadas en la II Edad del Hierro, descartando el equipo de Miguel Cisneros la hipótesis de que su destrucción pueda vincularse a algún episodio de las Guerras Cántabras de fines del siglo I a.C.
Materiales
Desgraciadamente no se trata este de un yacimiento que haya proporcionado una gran riqueza de material arqueológico mueble. No obstante, los restos exhumados interpretados por los científicos permiten conocer aspectos relacionados con las actividades económicas de las personas que ocuparon la Ulaña. Así, hay datos de la presencia de fauna doméstica (sobre todo ovicaprinos), de objetos de bronce (mayoritariamente adornos), de piezas de hierro (vinculadas a los trabajos de la madera, en la cocina o del artesanado textil), o de molinos (agricultura del cereal).
Finalmente, los materiales cerámicos apuntan a dos momentos temporales concretos y continuos: uno entre el 300 y mediados del siglo I a.C. -llegando quizá a las Guerras Cántabras-, y otro en la transición del Hierro I al Hierro II (de fines del siglo IV a principios del siglo III a.C.).
Objetivos
La investigación arqueológica es necesariamente lenta y precisa del apoyo y de la sensibilidad de la sociedad representada por las personas que ocupan cargos de responsabilidad política. En este contexto es precio señalar que los trabajos en La Ulaña no han concluido, habiéndose fijado para las próximas campañas el equipo de Miguel Cisneros unos objetivos concretos: avanzar en el conocimiento del interior del castro, del sistema defensivo, de las viviendas, del mundo funerario y de las ocupaciones anteriores a la II Edad del Hierro, en la relación con otros castros de la zona y en las causas de su abandono. Todavía hay mucha historia que escribir.