Sistema defensivo del castro de la Ulaña

AEspA, 77. 2004. págs. 3 a 22

EL SISTEMA DEFENSIVO DEL CASTRO DE LA ULAÑA

(HUMADA, BURGOS)*

por MIGUEL CISNEROS CUNCHILLOS

y PILAR LÓPEZ NORIEGA

Universidad de Cantabria

1.      ALGUNOS DATOS SOBRE EL YACIMIENTO (1)

El castro se sitùa en la Peña Ulaña, que es una “lora”, prácticamente aislada de los relieves circundantes, de superficie aplanada, debido a un fuerte proceso erosivo, alargada en dirección Noroeste-Sureste, de unos 5 km de longitud y una anchura variable que oscila desde los 150 m en su extremo Noroeste hasta casi 1.000 m en su parte más ancha. Tiene una altura comprendida entre los 1.150 y los 1.230 m y se eleva en relación a los valles que la rodean unos 230 m, lo que la convierte en un excelente mirador sobre la llanura castellana y la vertiente Sur de la Cordillera Cantábrica con una amplia cuenca visual en torno a ella, por lo que permite divisar un vasto espacio a la vez que la hace visible desde una gran distancia.

La principal peculiaridad del yacimiento radica en su extensión, concretamente 586 has de las cuales 285 se localizan en la plataforma superior caliza, en la que una línea defensiva de la que se conservan unos 2.900 m. aproximadamente, y que protege unos 4.200, se adapta a las características topográficas del emplazamiento, si bien de forma discontinua; esta muralla se completó con otra de 257 m que corta el asentamiento transversalmente. Ello da lugar al mayor castro de la II Edad del Hierro de la Península Ibérica (2) y uno de los más extensos de Europa junto a los de Heidengraben (Würtemberg) con unas 1.500 has. Kelheim y Manching (ambos en Baviera) con 650 y 350 has, respectivamente, y Altenburg-Rheinau (Waldschutz), con 316 has. (3), Su tamaño es, además, muy superior al de los asentamientos más próximos, aún cuando alguno de ellos poseen una importante dimensión, caso, por ejemplo, del Bernorio con 25 has, Monte Cildá con más de 12 o Amaya, situada a unos 4 km en línea recta, con 46 has (4).

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Consideraciones económicas sobre el castro de la Ulaña

© Universidad de Salamanca Zephyrus, LXII, julio-diciembre 2008, 151-162 152 A. B. Marín Arroyo y M. Cisneros Cunchillos / Consideraciones económicas sobre el oppidum de La Ulaña…

Ana Belén MARÍN ARROYO* y Miguel CISNEROS CUNCHILLOS**

* Leverhulme Centre for Human Evolutionary Studies. University of Cambridge. The Henry Wellcome Building. Fitzwilliam Street. CB2 1QH Cambridge, UK

** Grupo de Historia y Arqueología del Mundo Antiguo y Medieval. Departamento de Ciencias Históricas. Universidad de Cantabria. Avenida de los Castros, s/n. 39005 Santander. Correo-e: cisnerom@unican.es

Recepción: 2007-11-20; Revisión: 2008-02-25; Aceptación: 2008-04-17

BIBLID [0514-7336 (2008), LXII, julio-diciembre; 151-162]

RESUMEN: El oppidum de La Ulaña, que tiene una extensión de 285 ha, es el mayor de los asentamientos de la Península Ibérica durante la Segunda Edad del Hierro. Los trabajos arqueológicos han puesto en evidencia un sistema defensivo que combina elementos naturales, como un gran foso de 301 ha, que rodea el yacimiento y que tiene una serie de muros que lo compartimentaban, limitando la circulación y el acceso a los recursos hídricos, y estructuras antrópicas, como una muralla en su lado Norte, el más accesible, y otra que corta el asentamiento en dos partes desiguales. Una serie de caminos entraban en él a través de portillas naturales, dejando expuestos a los visitantes frente a los pobladores. Las viviendas excavadas y los materiales exhumados lo relacionan, fundamentalmente, con la Meseta Norte y el Valle del Ebro. Asimismo, los datos arqueológicos indican un abandono, no necesariamente voluntario, en la segunda mitad del siglo I a. e. El estudio de los restos de macromamíferos encontrados en él muestra una economía basada, principalmente, en la explotación de ganado vacuno, seguida del aprovechamiento de ovicaprinos y suidos. Destaca, a pesar de la escasez de restos hallados, el consumo alimenticio de caballo. Las evidencias de caza han resultado mínimas, sólo representadas por jabalí. Esta información se contextualiza con el resto de los datos arqueológicos que, hasta la fecha, ha proporcionado el oppidum, con objeto de establecer un panorama de las actividades económicas realizadas en él durante la Segunda Edad del Hierro, haciéndose hincapié en los problemas de conservación de los materiales alterados por diversos procesos post-depósito.

Palabras clave: Segunda Edad del Hierro. Cántabros. Actividades económicas. Arqueozoología. Tafonomía. Materiales arqueológicos. Procesos post-depósito.

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El castro de la Ulaña, primeros resultados

Cæsaraugusta, 78. 2007, pp.: 295-308

ISSN: 0007-9502

EL CASTRO DE LA ULAÑA (HUMADA, BURGOS): PRIMEROS RESULTADOS DE LA ACTUACIÓN ARQUEOLÓGICA*

Miguel CISNEROS CUNCHILLOS**

Pilar LÓPEZ NORIEGA***

El castro de La Ulaña se encuentra ubicado en el noroeste de la provincia de Burgos, concretamente en las localidades de Humada, San Martín de Humada y Los Ordejones, todas ellas pertenecientes al municipio de Humada, accediéndose a él desde la localidad citada en segundo lugar. El cerro, con unas coordenadas de 4°01’20»/4°04’50»-42°38’00»/42°39’50» y una altitud de entre 1.120 y 1.226 m, ocupa una extensión de 285 ha, con una orientación Noroeste-Sureste, delimitada por farallones en todos sus lados, excepto en una pequeña zona, próxima a la carretera de acceso. El área de influencia directa de este emplazamiento lo constituye una vaguada de 301 ha de extensión total que lo bordea en toda su extensión. La zona central está ocupada por un pinar, fruto de labores de reforestación modernas. En la zona sureste se encuentran una serie de antenas y repetidores de Telefónica, de la Junta de Castilla y León y de otras instituciones y empresas, cuya carretera de acceso atraviesa el yacimiento en dirección Noroeste-Sureste por su lado suroriental (figura 1).

Historiografía

La primera referencia publicada es de J. A. Abásolo (1), quien la describe como una plataforma de unos 4 km de extensión, sobre la que se asienta un castro, cuya extensión sitúa en torno a 1,5 km, con murallas que alcanzan hasta 2,5 m, que ha proporcionado algunos fragmentos cerámicos. Asimismo, menciona otro castro, que estaría ubicado a un nivel inferior que el primero, con muralla y puerta de acceso.

En la última década, se ha publicado una fíbula zoomorfa procedente del yacimiento, comentándose la aparición de cerámicas celtibéricas, adobes de paredes de cabañas y un denario, fechado en época republicana (2); sin proporcionar datos sobre estos hallazgos y lugar de depósito actual, aunque podemos deducir que toda la información procede de una actuación clandestina, en especial la extracción de los objetos metálicos —fíbula y moneda—, cuyos causantes debieron, presumiblemente, proporcionar el material a los autores del citado trabajo.

La fíbula es del tipo 8B1 de Argente (3), es decir, zoomorfa, pero de la primera variante, la que este investigador denomina de caballito, distinguiéndola de las zoomorfas con otras representaciones animalísticas, fechándola en el último cuarto del siglo IV a. e., con perduraciones en el III y en parte del II a. e. Una publicación reciente sobre fíbulas de jinete y caballito, recoge este ejemplar. En ella, además de la documentación gráfica se indica que la pieza, depositada en una colección particular, fue hallada cerca de la muralla. Se la atribuye al tipo C3, que se fecharía en el siglo II a. e., con cuello ancho ligeramente convergente, presentando decoración a base de cuatro círculos concéntricos y tres líneas incisas, estas últimas en el lomo (4).

El denario, por los datos que aporta en su artículo, es de Lucius Rutilius Flaccus, monetario en el 77 a. e., fecha de la moneda, y senador, posiblemente, en el 72 a. e. (5) Recientemente, uno de nosotros publicó una primera aproximación a los trabajos de investigación que veníamos llevando a cabo en el castro (6), recogiéndose las noticias anteriores y denunciando el expolio al que está siendo sometido el yacimiento, cuya solución no parece ser la publicación de los materiales que obran en poder de los excavadores clandestinos, ya que en este caso no creemos que se puedan aplicar los atenuantes que señala en uno de sus trabajos F. Fernández Gómez (7).

En fechas recientes ha aparecido una obra en la que se cita de forma reiterada el castro de la Ulaña, a partir de diversas alusiones a exploraciones y materiales exhumados sin los permisos pertinentes (8). No vamos a entrar en ella en este foro, porque sus comentarios carecen de argumentaciones científicas. Sirva este comentario para dejar constancia del conocimiento de esta obra.

En el Boletín Oficial del Estado de 20 de noviembre de 2001 se publicó la incoación de procedimiento para la declaración del yacimiento de La Ulaña como Bien de Interés Cultural, con categoría de Zona arqueológica.

Planteamiento metodológico

Con estos antecedentes investigadores, iniciamos un proyecto de investigación en 1998, que pretendía continuar los trabajos de campo desarrollados en 1997, considerando que en una primera fase se debía prestar especial interés a la documentación y prospección del enclave, con el fin de establecer las bases metodológicas de la investigación global del castro. Los objetivos que se perseguían eran: delimitar con exactitud la extensión real del asentamiento, documentar la totalidad de las estructuras existentes —diferenciando entre las más antiguas y aquéllas modernas, fruto de la reutilización del lugar con el paso de los siglos—, proceder a la ubicación topográfica de todos los elementos arqueológicos y valorar cronológica y culturalmente el yacimiento. Para ello, desde 1997, y en especial desde 1998 hasta 2000, se han efectuando los siguientes trabajos:

a) La prospección arqueológica sistemática e intensiva del cerro y de su zona de influencia, conocida como «Cinto», desde 1997 a 1999, tomando como módulo base rectángulos imaginarios de, aproximadamente, 150 x 50 m. Estos trabajos han permitido delimitar la extensión real de la zona de influencia directa del yacimiento, así como determinar el número y características, tanto de los caminos de acceso a la peña como de las estructuras que a lo largo de esta vaguada se disponen.

b) La documentación topográfica de todo el terreno prospectado, procediéndose a la ubicación planimétrica de los artefactos y las estructuras localizadas, para lo cual se ha establecido una cuadrícula de referencia fijando ejes longitudinales y transversales cada 50 m, usando como soporte el fichero de restitución a escala 1:10.000 de la hoja 166-I, Villadiego, escala 1:25.000, del Centro Nacional de Información Geográfica.

c) Documentación procedente de los datos catastrales de la Excma. Diputación Provincial de Burgos, correspondientes al catastro parcelario sobre fotografía a escala 1:50.000, en concreto las hojas correspondientes a Humada y su anejo Fuenteodra, Humada y sus anejos San Martín de Humada y Fuencaliente de Puerta y Humada y su anejo Los Ordejones, todas pertenecientes al partido judicial de Villadiego. Los datos obtenidos se completan con el padrón catastral del impuesto sobre bienes inmuebles de naturaleza rústica correspondientes al ejercicio de 1998 y con la relación de características por Municipio y Polígono del Centro de Gestión Catastral, correspondiente al año 1993.

d) Aplicación de la técnica del georradar, durante 1999, para el estudio del subsuelo en tres zonas, previamente determinadas. Estos trabajos, que fueron llevados a cabo por un equipo del Laboratorio de Ingeniería Sísmica y Geofísica del Departamento de Ingeniería del Terreno de la Universidad Politécnica de Cataluña, dirigido por el profesor J. Clapés i Boixader, permitieron investigar una superficie total de 2.772 m2.

e) Encuesta etnográfica entre los habitantes de San Martín de Humada, Humada, Ordejón de Arriba y Ordejón de Abajo, con objeto de conocer datos, en esencial, microtoponímicos y de uso del territorio del yacimiento. Para ello se planteó, durante el verano de 1999, un entrevista personal, sin un cuestionario establecido, a la que se sometió a todas las personas mayores de 60 años, en total 16, que hubieran nacido en cualquiera de las localidades citadas y que, a ser posible, fuesen descendientes en primera y segunda generación de nacidos en las mismas.

En dichas entrevistas se incidía en las leyendas sobre la Ulaña, los nombres que se dan a las distintas zonas, las labores que se realizaron en la Ulaña y en el Cinto, y su fecha, los accesos para llegar a la peña, los manantiales, fuentes y zonas húmedas de la parte superior de la peña y del Cinto, los abrigos y cuevas y los hallazgos de materiales conocidos.

f) Análisis de la fotografía aérea existente para la zona (Vuelo I.G.N. Hoja: 166. Escala 1:30.000. Año 1984 y vuelo de la D.G. Política Alimentaria. Hoja 166. Escala 1:20.000. Año 1990), prestando especial atención a los posibles pasos naturales que permitiesen el acceso a la peña y prospección aérea del lugar, durante los años 1999 y 2000, realizada ésta por Julio del Olmo, de manera que los datos obtenidos puedan combinarse con los extraídos con anterioridad en los trabajos de campo. Esta técnica está permitiendo no sólo detectar elementos de difícil visibilidad, no apreciables a simple vista, sino también ofrecer una visión global del conjunto, de manera que se pueda evaluar la densidad y la forma de distribución de las diferentes estructuras.

g) Realización de una excavación arqueológica, durante el año 2000, en dos unidades de ocupación. Para ello de forma previa se agruparon las estructuras a partir del análisis constructivo, funcional y espacial, siguiendo planteamientos que consideramos acertados y establecidos por ejemplo para la Asturia prerromana y romana (9). Una de las unidades de ocupación o vivienda tiene estructuras circulares, y la otra rectangulares, por lo que la excavación debía permitir conocer si ambas habían coexistido en el tiempo o eran sucesivas.

h) Estudio de los materiales arqueológicos exhumados en el Castro de La Ulaña durante la campaña de excavación del año 2000, realizado en el 2001, financiado por la Dirección General de Patrimonio, Promoción Cultural de la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León.

La prospección

Los trabajos de prospección efectuados entre 1997 y 1999 nos han permitido conocer que la delimitación del castro se produce por farallones naturales y por una estructura murada en el Nordeste, en el Norte y en el Noroeste. Además, la plataforma situada al Oeste, de menor altura, pero igualmente inaccesible por sus propias características naturales y por su cierre artificial, es la que se ha asociado a un segundo castro (10).

El lugar presenta una posición estratégica de suma importancia, en especial si se tiene en cuenta su proximidad a uno de los «asentamientos cántabros» por excelencia, Peña Amaya, del que en realidad sabemos poco. En fechas recientes, no obstante, se ha efectuado una excavación en diferentes partes de ella a cargo de la empresa Alacet, que esperamos pueda ser el inicio de una investigación más profunda sobre este yacimiento, declarado B.I.C., y a pesar de ello, frecuentemente expoliado.

El castro de la Ulaña tiene una extensión total de 586 ha en las que se ubican las 267 estructuras localizadas. Ahora bien, este número recoge algunas que pueden responder a un uso del espacio más reciente en el tiempo, como puede ser el caso de ciertos muros que aterrazan algunas zonas concretas del Cinto o aquéllos que se disponen en la plataforma superior en el área que fue objeto de cultivo durante la postguerra civil. Las estructuras documentadas de carácter más antiguo presentan diversas formas: rectangulares, ovales, circulares, en forma de la letra griega pi y otras más complejas que combinan algunas de las descritas, que, en ciertos casos, se asemejan a las conocidas en Asturias (11), debiendo tomarse esta comparación como elemento comprensivo más que asociativo, dado el estado de nuestra investigación.

Asimismo, se ha delimitado la línea defensiva del asentamiento, que se ha incorporado al levantamiento planimétrico. Ésta se levanta sobre el farallón rocoso y bordea la peña en su sector septentrional, detectándose incluso, la existencia de una doble muralla en algunas zonas, coincidiendo con las partes de más fácil accesibilidad.

Además, una estructura murada cruza el yacimiento transversalmente, por el Oeste, desconociéndose en el estado actual de nuestra investigación si la construcción de los dos tramos de muralla documentados —el Norte y el Oeste— responden al mismo momento cronocultural y a la misma concepción del espacio (figura 2).

En lo que se refiere al acceso al emplazamiento, durante los trabajos de prospección se documentaron todos los caminos que de una u otra época, permitieron llegar a La Ulaña. Su trazado, una vez topografiados, se ha incorporado a la planimetría existente para el yacimiento a escala 1:10.000. El análisis conjunto de todos ellos ha permitido efectuar una primera valoración de sus posibles cronologías, así como determinar en qué forma se efectuaba la circulación a lo largo del Cinto y hasta qué punto ésta pudo estar relacionada con las necesidades defensivas del emplazamiento.

Sin duda las características orográficas de la peña fueron determinantes en el planteamiento de estos trazados. Acceder a La Ulaña suponía, por un lado, salvar un fuerte desnivel para alcanzar el Cinto que rodea la plataforma superior y, por otro, circular por él en una u otra dirección hasta alcanzar el trazado que con marcada pendiente llevase a la zona alta del emplazamiento. El tránsito por el Cinto norte se establecía de forma paralela a la línea de muralla, que se situaba, además, en un nivel superior, situación esta que forzosamente implicaba la directa exposición de los visitantes a los pobladores del asentamiento; la situación en el Cinto sur era similar, ya que la inexistencia de una línea de muralla en este caso era paliada por el efecto de farallones prácticamente verticales, quedando el visitante igualmente expuesto.

La accesibilidad al emplazamiento era más favorable desde el Norte, localizándose 5 accesos al Cinto y 8 a la plataforma superior. Aquí puede residir el motivo de la existencia de una serie de bancales o terrazas localizadas en el Cinto en sentido perpendicular a la línea defensiva y cerrando lo que podríamos denominar accesos naturales. Por el contrario, desde el Sur resultaba prácticamente imposible alcanzar la plataforma superior al menos a lo largo de los tres kilómetros más occidentales de la peña por la presencia de farallones verticales de hasta 60 m de altura. A diferencia de lo que ocurría en la vertiente norte del emplazamiento, en este caso son varios los caminos de acceso hasta el Cinto, mientras que si consideramos las posibilidades de acceder desde éste hasta la plataforma superior, su número se ve considerablemente reducido, en parte y como es fácil apreciar sobre el terreno, por la dificultad que entraña en este sector la orografía. De hecho, en este sector sólo se han documentado dos caminos, el primero de ellos localizado prácticamente al norte de la Peña del Castillo y el segundo al norte del núcleo de Ordejón de Arriba. Los accesos documentados desde la zona llana hasta el Cinto son 8, si bien a alguno de ellos, en principio, ya se le puede otorgar cierta modernidad.

La valoración de los accesos se ha efectuado atendiendo a diversos criterios: pendiente, disposición de los aterrazamientos, circulación interna a lo largo del Cinto y relación entre su trazado y las entradas en la muralla, en especial aquéllas en forma de «embudo» o «clavícula», que permiten suponer a priori la coetaniedad entre estas obras y alguno de los accesos documentados. Todo ello se ha relacionado, además, con los datos obtenidos de la encuesta oral, lo que ha permitido plantear una primera valoración cronológica y retrospectiva de los diferentes caminos, a partir de lo cual pueden establecerse como caminos más antiguos los que siguen:

1. Camino conocido como Sendero de la Corruyuela o Cosyuela, que al acceder al Cinto se ramificaría en dos tramos. El primero seguiría prácticamente el decurso de la actual carretera y el segundo, alcanzaría la plataforma superior unos 400 m al oeste. Tanto uno como el otro alcanzan el asentamiento en sendas entradas de la muralla.

Entre estos dos tramos que desde el Cinto alcanzan la plataforma superior, se localiza otro de unos 300 m que sigue en su inicio un trazado prácticamente paralelo a la carretera, comprobándose la existencia de rodadas de carros en dos puntos, el último de ellos en la zona de la misma muralla, la cual rompe para acceder al asentamiento. Esta entrada ha sido considerada de forma errónea como «puerta del castro de La Ulaña» (12), ya que su uso parece responder al aprovechamiento de La Ulaña para cultivos en un ámbito temporal más cercano (posiblemente durante el último siglo). Además, a lo largo de este trazado se ha podido documentar la existencia de rodadas en dos de sus tramos. La distancia entre ejes se sitúa en los 108 y 122 cm. Si bien es cierto que no existe una sistematización exacta sobre la distancia entre ejes y la cronología del camino, los valores apuntados por diferentes investigadores nos situarían ante un camino moderno, o como mucho medieval. Así, Chevallier propone valores de 130 cm en época antigua y de 145 cm en la Edad Media (13). Sillières (14), por su parte, analiza diferentes huellas recogidas en distintos puntos del Imperio y establece una sistematización cuyos valores oscilan entre 135-137 cm en época romana en los casos de Pompeya, Herculano, Ostia, Timgad y Mérida, y 145-147 cm en otros puntos de Italia, Hispania, África y Galia. Para este investigador aquellas medidas que se situasen entre un marco de 110 a 120 cm corresponderían a época medieval.

2. Camino conocido como el de Las Ventanas de Horadada, por acceder al Cinto en este paraje. Este acceso alcanza la plataforma superior en un «embudo» o «clavícula» de la muralla.

3. Camino localizado al noroeste de San Román. Accede al Cinto encajado entre una cresta rocosa al norte y una terraza de 2,5 m de altura al sur, viniendo a enlazar con el tramo documentado al sureste, mediante el cual se accede a la zona que se localiza al oeste de la muralla transversal.

4. En el Cinto Sur, un camino delimitado al norte por un aterrazamiento y que marca el acceso hacia la zona anterior conocida como La Varga o La Mazuela.

5. Acceso al Cinto al oeste de la Fuente del Camino de Pisón, que posiblemente alcanzaba el emplazamiento tras un marcado desarrollo en zigzag.

6. Camino de acceso al Cinto Sur, conocido como La Portilla La Bajadera, que posiblemente enlazaba con el tramo documentado al norte conocido como Sendero del Arco (figura 3).

7. A ellos habría que unir dos pasos tallados en la roca documentados en la cresta sur del Cinto meridional.

El resto de los caminos documentados parecen responder a un uso del espacio más reciente en el tiempo. En la encuesta oral se han recogido de igual forma, buena parte de estos caminos y en ella se indica, además, que todos vienen de antiguo.

No obstante, aquellos accesos localizados y no citados, deberían tener más antigüedad por lógica.

La encuesta oral: aportaciones etnográficas y arqueológicas

A partir de los datos obtenidos en la encuesta oral sabemos que en La Ulaña se sembró desde el siglo pasado, ya que los padres de algunos informantes ya lo hicieron, hasta hace unos 50 años, aproximadamente hasta que se inició la plantación de pinos, fundamentalmente, trigo, «titos» —legumbres comestibles del tipo de un garbanzo pequeño—, avena, cebada y forraje, posiblemente en la zona de la Llanada, donde la tierra era buena y se araba con el arado romano, en el Cinto, en la parte que está debajo de las antenas, y en la del pinar.

El Cinto parece que fue cultivado parcialmente, pero de forma especial en S. Martín de Humada, bien desde la Portilla del Infierno bien desde la carretera actual de acceso hasta la Horadada, mientras que el de Los Ordejones no lo debió estar, excepto en parcelas concretas, porque tenía mal acceso; su uso en esta zona debió ser para ganado, que también debió existir en la parte de S. Martín de Humada. En ambos casos hay que pensar en ganado ovino, ya que tras su desaparición han crecido las hilagas o hulagas.

En cuanto a los recursos acuíferos en La Ulaña, se ha obtenido a partir de la encuesta abundante información referida a la existencia de diversos manantiales, fuentes y pozas, algunos de ellos hoy secos. De buena parte de ellos conocemos no sólo su nombre, sino también su localización: Fuente del Portillo del Infierno, Fuente Antaruela, Fuente Espinedo, Fuente del Carril, Fuente de las Ventanas de la Horadada, Fuente de San Román, Fuente Rozas, Fuente Teja, Fuente la Varga, Fuente de la Mazuela, Ahorilla, Fuente o manantial del Molino o del Pisón, Laguna de los Buitres o Poza del águila y Fuente Vallejo.

Asimismo, se han obtenido diversas referencias a monedas de oro en la Peña del Castillo, que pueden tener como nexo el hallazgo del tesorillo depositado en el Museo de Burgos y relación con las leyendas relativas a la existencia de una piel de toro llena de monedas de oro y aquéllas sobre los moros, en las que se indica que vivieron en el espacio que ocupa el yacimiento arqueológico, dedicándose a saquear a los pueblos vecinos; ambas son similares a las existentes en otros lugares con yacimientos arqueológicos.

El resto de los hallazgos recogidos en las encuestas como piedras de molino, cerámicas o una moneda tienen que ver con descubrimientos que, de haberse producido, documentarían la ocupación de La Ulaña en épocas pasadas.

La excavación

Desarrollada durante la campaña del año 2000 se centró en dos unidades de ocupación.

Unidad de ocupación 1: A partir del reconocimiento visual del terreno parece comprender las estructuras 180-183, si bien las excavadas han sido la 182 y 183 (figura 4).

Su longitud viene indicada por un muro norte que tiene 15,48 m en su parte externa, que fue sometido en esa cara a diversas reparaciones posiblemente en diferentes épocas. La anchura de la estancia es de 3,26 m En su zona sur el muro que cierra la estancia tiene 11,30 m por lo que se crea otro habitáculo de al menos 4,18 m de largo que es el que da lugar a la llamada estructura 183.

La entrada de esta unidad de ocupación se abre al Este, con una anchura de 1,47 m.

La vivienda tuvo cubierta a una vertiente según parece deducirse de la viga de madera quemada caída sobre el suelo y hallada transversalmente en la estructura 182. Esta cubierta era de estructura vegetal con los intersticios tapados por barro, esto parece evidente dado que junto a la viga de madera apareció una gran masa de arcilla quemada. La cocción de la arcilla se debió producir durante el incendio de la vivienda.

Asimismo, tenía un hogar, con unas dimensiones de 2,52 x 1,60 m, en el que se localizaron cerámicas incisas atribuibles a la II Edad del Hierro.

La vivienda se abandonó debido al incendio, cuyos testigos son la viga anteriormente citada, los numerosos fragmentos de madera quemada, de arcilla quemada y, posiblemente, los restos fruto de un incendio localizados en la u. e. 25.

Los muros de la vivienda debían tener un zócalo de sillarejo trabado con tierra compacta de color castaño, del que se han conservado apenas dos hiladas, sobre el que se levantaba una pared que creemos pudo ser de tapial o de piedra pequeña trabada con barro dada la cantidad de calizas de pequeño y mediano tamaño encontradas en el interior de la vivienda

El suelo, de la vivienda de la II Edad del Hierro, es una capa fina de tierra batida de color marrón claro con tonalidades grisáceas debido al incendio que se sitúa sobre la roca.

Unidad de ocupación 2: Está integrada por las estructuras 77-81, si bien la excavación únicamente afectó a las estructuras 77, 78 y 79. Se caracteriza por la presencia de estructuras adosadas de contorno circular (figura 5).

Su construcción estuvo directamente relacionada con la disposición de los estratos geológicos, aprovechándose dos bandas paralelas de roca como cimentación de los muros, formados éstos por piedras calizas de importante tamaño, trabadas por tierra arcillosa de color anaranjado. De estos muros, se conserva, en el mejor de los casos dos hileras, si bien por la disposición de las piedras en los derrumbes de las estructuras se podría plantear que estaban configurados por un zócalo de, al menos, cuatro o cinco hiladas de piedra, y posiblemente tapial, si bien la presencia de este último no se ha constatado arqueológicamente.

El suelo de las estancias se localiza a un nivel inferior al de las dos bandas geológicas antes señaladas. Todo parece indicar que se excavó la zona interna de las estancias, aprovechando la existencia en estas áreas de roca muy fragmentada. El interior de estas viviendas era muy reducido: la estructura 78 presenta 2,93 x 3,31 m. La 77 a su vez está compartimentada por un murete de 1,38 m de longitud y 38 cm de anchura, que divide la estructura en dos espacios, uno de 2,23 x 1,8 m y otro de tan sólo 1,78 x 1 m. Como primeros niveles de ocupación y en los tres espacios referidos se han localizado otros tantos que podríamos interpretar como los primeros suelos.

En la estructura 77, el suelo está caracterizado por la presencia de tierra batida de color marronáceo que se localiza directamente sobre la roca madre. La presencia de algunas losas planas de caliza de grano fino en esta unidad nos lleva a plantear la posibilidad de que al menos en parte, estas losas se utilizasen como nivelación del suelo, ya que la proximidad de la roca debería marcar cuando menos desniveles y filtraciones de humedad, en este nivel de ocupación. Destaca la localización en él de diverso material atribuible a la II Edad del Hierro. Además de cerámicas de tosca factura realizadas a mano, resulta significativa la localización de un molino circular.

Por otra parte, el suelo de la estancia 78 se localiza a un nivel sensiblemente superior al de la estructura 77, permitiendo la comunicación entre las estructuras un pequeño paso dispuesto entre muros.

Como anteriormente indicamos el suelo de la estructura 77 viene diferenciado por dos unidades estratigráficas diferentes, actuando como delimitador de ambos espacios la u. e. 33. El primero de los suelos, localizado al sur del murete, se caracteriza por la presencia de tierra suelta de color ocre grisáceo, mientras que el suelo localizado al norte del murete viene caracterizado por arcillas de color rojizo. Ahora bien, estas dos unidades constituyeron el fin de la excavación arqueológica, por lo que no nos es posible precisar si fueron coetáneos, en este caso, ambos se localizarían sobre la roca, o no.

En el caso de la estructura 79, el depósito se encontraba tan arrasado, que no fue posible localizar ningún suelo de ocupación, llegándose directamente a la roca madre.

Con posterioridad a estas primeras ocupaciones, las estructuras sufren una serie de remodelaciones. En la estructura 78 se localizó un segundo nivel de ocupación, por encima del derrumbe de los muros. Caracteriza este suelo las arcillas apisonadas de color ocre marronáceo. No obstante, el material arqueológico localizado en esta unidad, nos sitúa en el mismo horizonte cultural que la ocupación anterior.

Fruto de estas remodelaciones que sufre la estructura parece ser la presencia de una capa de relleno, de más de 40 cm de potencia, y caracterizada por calizas de tamaño medio, fundamentalmente calcarenitas, trabadas con arcillas de color ocre anaranjado, que se localiza en la zona de contacto entre las estructuras 78 y 77.

En la estructura 77 no fue posible localizar ningún otro nivel de ocupación.

Sobre el derrumbe de los muros se localizó una capa, que hemos interpretado como un relleno, formada por arcillas muy apelmazadas de color ocre anaranjado, presentes no sólo en el interior sino también en el exterior de la estructura. La presencia de material en esta unidad no es abundante, ahora bien los materiales arqueológicos no desentonan con los documentados en las unidades anteriores, por lo que sería lógico pensar que sobre esta unidad de relleno se localizó un segundo nivel de ocupación, si bien éste no ha podido ser constatado arqueológicamente.

En el exterior de la estructura 77, se localizó una unidad formada por margas y arcillas quemadas, que sería difícil interpretar como hogar, dada su disposición y por la ausencia de estructura delimitadora, aunque en todo caso sería indicativo de la presencia de un fuego, seguramente ocasional.

Cronología

Los resultados de los análisis de termoluminiscencia, realizados por el Laboratorio de Datación y Radioquímica de la Universidad Autónoma de Madrid, y los de 14C y AMS, realizados por Geochron Laboratories —Cambridge, Massachusetts, USA—, pueden ayudar a poner orden en la cronología. Así, para la unidad de ocupación 1 tenemos como fechas más antiguas, en la estructura 182, 2140±70 B. P. y 2180±60 B. P. de 14C, cuya edad equivalente es 190 a. e., 230 a. e. respectivamente, que calibradas, por el Radiocarbon Calibration Program Rev 4.3 del Quaternary Isotope Lab de la Universidad de Washington, nos darían un arco de entre mediados del siglo III y el tercer cuarto del siglo I a. e. y de entre el primer cuarto del siglo IV y el primer cuarto del siglo I a. e., respectivamente. Para la unidad de ocupación 2, las fechas más antiguas son: un 2440±40 B. P. de AMS, cuya edad equivalente es 490 a. e., que calibrado nos situaría entre principios del siglo VI y finales del siglo V a. e., coincidiendogrosso modo con la termolumiciscencia, que para la misma u. e., dentro de la misma estructura, la 77, nos indica un 2456±415 B.P.

La cronología de los materiales nos indica una cierta coetaneidad de ambas unidades de ocupación. Así, las piezas cerámicas señalan dos etapas bien narradas y continuadas en el tiempo: la primera en la transición de la I Edad del Hierro a la II, es decir, entre finales del IV y principios del III a. e., aunque podría llevarse a momentos anteriores, que se correspondería, casi con toda seguridad, con una producción autóctona y la segunda, celtibérica, entre el 300 a. e. y mediados del siglo I a. e. Lo que no impide la existencia de restos cerámicos atribuibles a momentos posteriores, pero en cantidad insignificante y muy fragmentados y de pequeño tamaño. Idénticas conclusiones podemos extraer de los elementos metálicos, fragmentos de decoración de armamento en bronce, clavos, tijeras, cuchillos, etc., fechadas mayoritariamente en época celtibérica. Las mismas consideraciones aporta el material lítico, en especial, los molinos circulares. Por lo que podemos establecer que las dos unidades de ocupación fueron habitadas en la Edad del Hierro, la 2 posiblemente a partir de finales de la I e inicios de la II Edad del Hierro, pudiendo plantear, de momento, su coetaneidad, aunque esta distinción está afectada por otro tipo de factores, entre los que hay que incluir los culturales más que los cronológicos. Las diferencias cuantitativas de materiales entre unidades de ocupación, en favor de la unidad de ocupación 1, pueden estar relacionadas con los motivos de su abandono. La u. o. 1 lo fue por un incendio; la u. o. 2, sin embargo, lo fue intencionadamente.

Consideraciones finales

Desde nuestro anterior trabajo sobre el yacimiento hemos avanzado cualitativamente en el conocimiento del castro de la Ulaña (15). En la actualidad, sabemos que la extensión total del yacimiento es de 586 ha de las que 285 se encuentran en la parte superior del cerro y 301 en la vaguada o «cinto» que lo rodea. El número total de estructuras localizadas es de 267, de las que 47 son de contorno circular y apariencia tumular, semejantes a otras existentes en diferentes regiones de la Cordillera Cantábrica, estudiadas por nosotros (16). Se conocen los accesos al yacimiento que en su vertiente norte son de 5 al Cinto y 8 al cerro y en la sur, de 9 al Cinto y de 3 al cerro. Conocemos los usos, leyendas y microtopónimos del paraje, proporcionados por los habitantes de los núcleos de población de San Martín de Humada, Humada y Los Ordejones. Asimismo, sabemos que fue ocupado a partir de los inicios del siglo VI a. e. y como materiales más significativos: cerámica pintada celtibérica, cerámica incisa, fragmentos de decoración de armamento en bronce, un molino circular y un fragmento de otro, así como diversos artefactos de hierro.

Sin embargo, seguimos sin saber si hubo una ocupación total del espacio en alguna época, es decir, una concepción espacial unitaria del yacimiento y si a ese momento corresponde la arquitectura defensiva de la zona norte, que podría ser posterior a la que cruza el yacimiento dividiéndolo en dos partes. Si tuvo relación y de qué tipo con Amaya. Éstas son algunas cuestiones que seguimos sin resolver, aunque el camino andado ha sido corto, podemos decir que el yacimiento en estos cuatro años ha aportado sustancialmente más datos que en los otros veinte, desde que fue dado a conocer a la opinión científica en 1978.

* Esta comunicación se efectúa dentro del proyecto de investigación «Documentación arqueológica del paraje de La Ulaña (Humada, Burgos)», que financia el Excmo. Ayuntamiento de Humada y Adecco-Camino, incluido en el Convenio que el citado Ayuntamiento y la Universidad de Cantabria suscribieron en el año 1998.

** MIGUEL CISNEROS CUNCILLOS:  Doctor en Filosofía y Letras, sección Historia por la Universidad de Zaragoza Profesor Titular de Arqueología de la Universidad de Cantabria. Director del equipo de investigación arqueológica en Peña Ulaña.

*** PILAR LÓPEZ NORIEGA: Formadora Taller de Empleo Recuperación del Patrimonio Cultural, Recuperación, catalogación y digitalización del Archivo Histórico, Arqueóloga, tratamiento informático de datos del Castro de la Ulaña (Humada, Burgos) en soporte Acces y Acad.

(1). ABÁSOLO, J. A., Carta arqueológica de la provincia de Burgos. Partidos judiciales de Castrojeriz y Villadiego, Burgos, 1978, pp. 56-57.

(2). PERALTA, E. J. y OCEJO, A., «El poblamiento de la Edad del Hierro en el sector central cantábrico», La arqueología de los cántabros. Actas de la primera reunión sobre la Edad del Hierro en Cantabria, Santander, 1996, p. 51.

(3). ARGENTE, J. L., Las fíbulas de la Edad del Hierro en la Meseta Oriental. Valoración tipológica, cronológica y cultural, Excavaciones Arqueológicas en España, 168, Madrid, 1994, pp. 94-95, 246 (n.º 325) y 249.

(4). ALMAGRO-GORBEA, M. y TORRES, M., Las fíbulas de jinete y de caballito. Aproximación a las elites ecuestres

y su expansión en la Hispania céltica, Zaragoza, 1999, pp. 21 y 244.

(5). CRAWFORD, M. H., Roman Republican Coinage, Cambridge, 1974, p. 403, n.º 387.

(6). CISNEROS, M., «El castro de la Ulaña (Humada, Burgos): la metodología de una investigación», en IGLESIAS, J. M. y MUÑIZ, J. A. (eds.), Regio cantabrorum, Santander, 1999, pp. 91-97. También puede consultarse: CISNEROS, M., «La vivienda en la Cantabria prerromana: el Castro de La Ulaña (Humada, Burgos), en A José María Robles «In Memoriam», Universidad de Cantabria, 2002, pp. 241-253.

(7). FERNÁNDEZ GÓMEZ, F., «De excavaciones clandestinas, mercado de antigüedades y publicación de hallazgos», Complutum extra 6-II, Homenaje al profesor Manuel Fernández Miranda, 1996, pp. 283-294.

(8). PERALTA, E., Los cántabros antes de Roma, Madrid, 2000.

(9). FERNÁNDEZ-POSSE, M. D. y SÁNCHEZ-PALENCIA, F. J., «Consideraciones sobre la estructura social y el territorio en la Asturia prerromana y romana», en FERNÁNDEZ OCHOA, C. (coord.), Los Finisterres Atlánticos en la Antigüedad. Epoca prerromana y romana, Gijón, 1996, p. 171.

(10). ABÁSOLO, J. A., opcit., n. 1, pp. 56-57.

 (11). MAYA, J. L., La cultura material de los castros asturianos, Estudios de la Antigüedad 4/5, Bellaterra, 1988, pp. 19-68; CARROCERA, E., «El territorio de los astures: los castros»,Astures. pueblos y culturas en la frontera del imperio romano, Gijón, 1995, pp. 53-65.

(12). GONZÁLEZ ECHEGARAY, J., «El pueblo cántabro» en CántabrosLa génesis de un pueblo, Santander, 1999, p.103.

(13). CHEVALLIER, R., Les voies romaines, París, 1972, p. 97.

(14). SILLIÈRES, P., «Ornières et voies romaines», Caesarodunum, XVIII, 1983, pp. 37-45; «La búsqueda de las calzadas romanas: desde la fotointerpretación hasta el sondeo»,Symposio sobre la red viaria en la Hispania romana, Zaragoza, 1990, pp. 411-413; Les voies de communication de l´Hispanie Meridional, París, 1990, p. 629.

(15). CISNEROS, M., opcit. n. 6., 1999, como se puede observar en CISNEROS, M., opcit., n. 6, 2002. Se encuentra en fase de preparación la publicación de todos los trabajos arqueológicos que hemos efectuado en el yacimiento entre 1997 y 2001.

(16). AJA, J. R. y otros, El poblamiento de montaña en el sector central de la Cordillera Cantábrica (España): fuentes escritas y arqueológicas. El ejemplo de la comarca de la Braña (Palencia), BAR International Series, 759, Oxford, 1999, pp. 53-54.

Los arqueólogos concluyen una campaña de investigación en la Ulaña

Diario de Burgos

Martes, 30 de agosto de 2005

 SAN MARTÍN DE HUMADA

Las excavaciones han ofrecido nuevas incógnitas que esperan poder ir desvelando el próximo mes de agosto • La mayor sorpresa fue el descubrimiento de una oquedad.

http://www.lawebdehumada.es/images/El_castro_de_la_Ulana/Diario_de_Burgos/Arqueologos.jpgDespués de dos semanas de excavaciones, el equipo investigador dirigido por el profesor de la Universidad de Cantabria, Miguel Cisneros, acaba de concluir otra campaña «de transición» en el castro pre-romano de Peña Ulaña. «Ha sido satisfactoria en la medida que seguimos confirmando algunas de las cosas y datos que andábamos buscando, pero seguimos en una especie de etapa de transición», manifestó el responsable.

El objetivo inicial de estos trabajos de campo, era sacar a la luz toda una vivienda de la Segunda Edad del Hierro (desde finales del siglo IV hasta el I antes de Cristo), levantar todo lo estudiado durante la anterior campaña y concluir con el resto de estancias. Inicialmente en superficie se percibían cuatro estancias que ya han sido excavadas, dos el año anterior y las otras dos esta campaña, pero después de las últimas investigaciones se han ido ampliado hasta siete. «Nos falta terminar de estudiar el resto de habitaciones y localizar la del hogar lo que significa que, al menos, nos falta una campaña aquí para poder empezar hacer una evaluación y obtener datos concretos», indicó Miguel Cisneros. Se trata de habitáculos anejos de unos cuatro metros de largo por dos de ancho aproximadamente. 

LA CANTERA. En esta segunda quincena de agosto se han excavado aproximadamente 160 metros cuadrados del yacimiento, la mayoría localizados en una pequeña depresión del terreno ubicado junto a la vivienda. Este elemento interesó por su cercanía, ya que pudo ser utilizada como cantera para construir la vivienda, pero no se sabía con qué otra finalidad fue usado después. «Necesitábamos confirmar si se había echado algún tipo de resto y, efectivamente, han salido huesos de animales domésticos, algunos con trazas de cuchillo al descarnarlo, algunas cerámicas con decoración incisa, un remache de hierro de la decoración de un arma, cenizas… Pero que pueden proceder tanto de las viviendas de un lado como de otro de la depresión, que se haya utilizado como vertedero, o simplemente se que se hayan depositado ahí por el arrastre natural», matizó el director, que está a la espera de los resultados que le envíen los laboratorios.

La sorpresa de esta campaña llegó cuando apareció una oquedad en la hondonada que estudiaban. «Se trata de un hueco que se ha abierto entre los estratos de la roca. Es de unos tres metros de altura por uno de ancho y cuatro de largo pero se abre a través de otras grietas más pequeñas de la roca por todos los lados», explicó. Aquí se han hallado algunos huesos y fragmentos de cerámica entre otras cosas: «poca cosa porque la mayor parte, creemos, se ha tenido que caer por las grietas hacia abajo», añadió.

El equipo investigador, formado por una decena de estudiantes universitarios en prácticas y diversos voluntarios de la comarca, procedió el domingo al cubrimiento de las catas con material geotextil y al vertido del material de piedra y tierra levantado, y hasta mañana miércoles se catalogarán y embalarán los restos hallados. «De aquí en adelante queda mucho trabajo, la parte de topografía hay que llevarla al laboratorio y empezar a estudiar los materiales», dijo. En la parte de la sima localizada se ha instalado una reja «no porque haya restos de interés, sino para que nadie pueda quedarse atrapado» y todo el perímetro de esta zona quedará cercado.

Hasta ahora en el castro pre-romano de Peña Ulaña, que se perfila como el de mayor extensión de la Península Ibérica, se han estudiado parcialmente diversas viviendas, edificaciones que podrían ser de origen defensivo, tramos de murallas y accesos.

El oppidum de la Ulaña en la frontera de los cántabros

Palaeohispanica 4, (2004), pp. 89-109

Miguel Cisneros Cunchillos

DESCRIPCIÓN DEL YACIMIENTO

La Peña Ulaña se localiza en el municipio de Humada, en el Noroeste de la provincia de Burgos, ubicándose su terreno en las localidades de Humada, San Martín de Humada y Los Ordejones (Ordejón de Arriba y Ordejón de Abajo). Se trata de una “lora” prácticamente aislada de los terrenos circundantes, alargada en dirección Noroeste-Sureste, de unos 5 km de longitud y una anchura variable entre 1000 y 150 m. Su altitud absoluta oscila entre 1150 y 1230 m y la relativa es de 230 m sobre los valles que la rodean, lo que permite divisar un amplio territorio a la vez que la hace visible desde gran distancia, debido a lo cual posee una cuenca visual de unos 80 km en torno a ella sobre la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica, el valle del Ebro, la paramera burgalesa, la Sierra de la Demanda y la Tierra de Campos; aunque, se producen zonas de sombras en el interior de dicho dominio.

La plataforma superior de superficie aplanada se encuentra rodeada por una vaguada o Cinto, delimitada por dos fuertes resaltes: por un lado, los farallones de aquélla y por el otro, crestas rocosas elevadas, debido a un fuerte proceso erosivo de un relieve típicamente calcáreo. Las aguas del arroyo de San Martín drenan la vertiente Norte de la Peña y las del río de Los Ordejones, la Sur, existiendo varios manantiales pequeños y fuentes que representan otros puntos de drenaje del sistema cárstico. La toponimia menor da constancia de estas surgencias por medio de los abundantes microtopónimos formados sobre el latín *font-. Además, el topónimo Ulaña es de origen prerromano y, aunque su etimología no es suficientemente transparente, se puede relacionar con la raíz *el/ol, que indica surgencia y corriente de agua.

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Un castro en la frontera de los cántabros

Texto:/José Luis Pérez

Un equipo de investigadores de la Universidad de Cantabria dirigido por el profesor de Arqueología Miguel Cisneros trabaja desde 1997 en este yacimiento, considerado uno de los castros más grandes de Europa. Las excavaciones han permitido desvelar aspectos de la vida en la Edad del Hierro Desde el año 1997 un equipo de arqueólogos e historiadores de la Universidad de Cantabria (UC) dirigido por el profesor titular de Arqueología Miguel Cisneros Cunchillos desarrolla un proyecto de investigación en el castro de La Ulaña, localizado en el municipio Humada, al norte de Burgos. Este yacimiento, ubicado en la antigüedad en la frontera entre el pueblo cántabro y los turmogos, considerado uno de los más grandes asentamientos castreños de Europa, está permitiendo precisar algunos aspectos de bastante poco conocidos del periodo comprendido entre el final de la Edad del Bronce y la Edad del Hierro, en un territorio que entró en la Historia a raíz de la conquista por parte de las legiones romanas poco tiempo después, cuando Augusto decidió enviar su ejército al norte de Hispania para concluir la conquista de la Península y acabar así con una incómoda resistencia que impedía explotar económicamente estos territorios bañados por el Cantábrico. 
Haca escasas semanas el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria ha editado una monografía cuyos editores son el propio Miguel Cisneros y Pilar López Noriega, en la que se expresan y detallan los trabajos realizados en este yacimiento y su entorno entre 1997 y 2001. 

La Ulaña se encuentra en una zona de emblemáticos yacimientos prerromanos como Peña Amaya, Monte Cildá o Bernorio, a unos 40 km al sur de Reinosa en línea recta, que siempre han estado en el horizonte de los investigadores para desvelar datos del periodo anterior a la conquista romana.

Se trata de un asentamiento que tradicionalmente la historiografía le ha situado en territorio de la Cantabria prerromana, pero el equipo de la UC se muestra más prudente por la falta de datos de la cultura material y de la estructura social de sus habitantes. Por ello y por otros datos se inclinan por situar La Ulaña en un territorio de frontera entre cántabros y turmogos (otro pueblo prerromano), no entendía ésta como una línea definida; es más, sería una «zona de paso», una «tierra de nadie» cuyos límites debieron ser cambiantes y difusos.

Emplazamiento
El castro de La Ulaña se sitúa en una ‘lora’ de cinco kilómetros de longitud y de una anchura que oscila entre los 150 m y los casi mil, desde la que se divisa todo el territorio circundante. La altitud oscila entre los 1.150 y 1.230 m, elevada sobre los valles que la rodean unos 230 m y claramente delimitada por farallones. 

Su extensión, en concreto 586 ha de las cuales 285 se localizan en la plataforma superior, permiten considerar al castro de La Ulaña como el mayor de España y uno de los más grandes de Europa. Esta circunstancia favoreció que los pobladores de este asentamiento combinasen las condiciones naturales del lugar con estructuras constructivas -murallas- para conseguir una necesaria defensa y protección del área de hábitat. No obstante, la muralla (250 m de longitud y una anchura media de 3,5 m en una zona mejor conocida) también pudo contar con un valor ‘monumental’ y ‘simbólico’, al tiempo que cumplía una función de cohesión social para el grupo.

Hábitat
Las estructuras localizadas en las primeras campañas fueron un total de 267, de las cuales 48 son de apariencia tumular y contorno circular, pudiendo tener un carácter funerario, y 179 se han identificado como de habitación. De éstas 77 son de planta circular, 43 de planta rectangular cerrada, 31 de planta rectangular abierta, 26 ovales y dos cuya planta de contorno rectangular está rematada en uno de sus lados en círculo; el resto son muros de diversa morfología y época. Estos datos han permitido al equipo de la UC establecer como cifra orientativa el número de pobladores del castro, entre 500 y 600.

En la campaña del año 2000 de abordó la excavación de cinco de estas estructuras de hábitat, que se correspondían con parte de dos unidades de ocupación. Sobre un zócalo de sillarejo trabado con tierra compacta, se levantaron las cabañas para cuya construcción lógicamente se empleó piedra, tapial y madera. Bajo una techumbre a dos vertiente se localizó un hogar y una gran masa de arcilla quemada que definía el punto donde se ubicaba un pilar para sujetar la cubierta. También se han identificado en otras estructuras hogares cuya finalidad era la de taller. Estas estructuras de ocupación se cree que fueron habitadas en la II Edad del Hierro, descartando el equipo de Miguel Cisneros la hipótesis de que su destrucción pueda vincularse a algún episodio de las Guerras Cántabras de fines del siglo I a.C.

Materiales
Desgraciadamente no se trata este de un yacimiento que haya proporcionado una gran riqueza de material arqueológico mueble. No obstante, los restos exhumados interpretados por los científicos permiten conocer aspectos relacionados con las actividades económicas de las personas que ocuparon la Ulaña. Así, hay datos de la presencia de fauna doméstica (sobre todo ovicaprinos), de objetos de bronce (mayoritariamente adornos), de piezas de hierro (vinculadas a los trabajos de la madera, en la cocina o del artesanado textil), o de molinos (agricultura del cereal). 

Finalmente, los materiales cerámicos apuntan a dos momentos temporales concretos y continuos: uno entre el 300 y mediados del siglo I a.C. -llegando quizá a las Guerras Cántabras-, y otro en la transición del Hierro I al Hierro II (de fines del siglo IV a principios del siglo III a.C.).

Objetivos
La investigación arqueológica es necesariamente lenta y precisa del apoyo y de la sensibilidad de la sociedad representada por las personas que ocupan cargos de responsabilidad política. En este contexto es precio señalar que los trabajos en La Ulaña no han concluido, habiéndose fijado para las próximas campañas el equipo de Miguel Cisneros unos objetivos concretos: avanzar en el conocimiento del interior del castro, del sistema defensivo, de las viviendas, del mundo funerario y de las ocupaciones anteriores a la II Edad del Hierro, en la relación con otros castros de la zona y en las causas de su abandono. Todavía hay mucha historia que escribir.

El castro de la Ulaña

Fuentes consultadas

http://www.regiocantabrorum.es/publicaciones/castro_de_la_ulana_humada

Bibliotheca Archaelogica Hispana 5 “Los Cántabros antes de Roma”. 2ª Edición. Real Academia de la Historia 2003. Autor: Eduardo Peralta Labrador.

Situación

El castro de la Ulaña (Humada/Burgos) se encuentra situado en una increíble atalaya natural entre las localidades de San Martín de Humada, Los Ordejones y Humada, dando esta última nombre al municipio donde se sitúa.

Mapa: José Luis García Ubierna (Diario de Burgos, Domingo, 10 de Diciembre de 1995, pág. 33)

Datación

Para establecer un arco temporal de ocupación se han utilizado varios métodos de datación. En primer lugar, gracias a los análisis de termoluminiscencia realizados por el Laboratorio de Datación y Radioquímica de la Universidad Autónoma de Madrid y a los de Carbono 14 realizados esta vez por Geochron Laboratories (Cambridge, Massachusets-USA), se ha podido determinar de un modo rotundo su cronología. Se realizaron diversas pruebas sobre dos de las estructuras habitables. Ambas, arrojaron resultados que las ubicaban entre mediados del siglo III a.C y el tercer cuarto del siglo I a.C (en la primera estructura) y entre el primer cuarto del siglo IV a.C y el primer cuarto del siglo I a.C en la segunda estructura.

La cronología de los materiales hallados no hace más que refrendar los datos obtenidos en los análisis. Las piezas cerámicas señalan dos etapas bien diferenciadas y continuadas en el tiempo: Transición entre la I Edad del Hierro y la I(finales del IV y principios del III a.C) hasta la época celtibérica, entre el 300 a.C y mediados del siglo I a.C.

Sin embargo otros arqueólogos e historiadores como Eduardo Peralta Labrador afirman que este castro parece que tuvo un único nivel de ocupación correspondiente a la época celtibérica, desapareciendo en la romana.

Este hecho parece demostrar que, por su posición geográfica, tuvo que desempeñar un papel de primer orden y verse implicado de manera directa en las Guerras Cántabras entre los años 29 al 19 a.C. contra el emperador Augusto, quien tenía su campamento en Segisamo (Sasamón). A este respecto parece ser que se han encontrado bolas de plomo utilizadas por los romanos como proyectiles de las hondas.

Por lo que respecta al valle de Valdehumada junto al castro de la Ulaña se hallan otros yacimientos castreños de menor extensión en Ordejón de Abajo, Ordejón de Arriba, Rebolledo de Traspeña, Congosto, San Martín  de Humada y Villamartín de Villadiego.

Descripción

El cerro donde se ubica posee una altitud de entre 1.120 y 1.226 metros, ocupando una extensión aproximada de 285 hectáreas. La  primera referencia sobre su existencia la cita J.A. Abásolo en la «Carta arqueológica de la provincia de Burgos. Partidos judiciales de Castrojeriz y Villadiego«, publicada en el año 1978. Concretamente escribe sobre un castro que ocupa una extensión aproximada de 1,5 km, con murallas que alcanzan hasta 2,5 metros de alto y que proporcionaron fragmentos cerámicos. Del mismo modo, en esa misma carta arqueológica, publica la existencia de otro castro que estaría ubicado un nivel inferior, con muralla y puerta de acceso.

El yacimiento de La Ulaña tiene una extensión aproximada de 586 hectáreas, ocupando 285 la plataforma superior caliza donde se ubicaba el castro. Sobre este dato nos vemos en la obligación de hacer un alto en el camino. Esto lo convierte en el mayor castro de la II Edad del Hierro de la Península Ibérica y uno de los más extensos de Europa. Respecto a las estructuras «habitables«, se han encontrado un total de 267, de las cuales hay gran parte que responden a un espacio cronológico más cercano al nuestro, aun siendo antiguas. De todos modos, muchas de ellas son prerromanas, existiendo una gran variedad en cuanto a su forma: ovaladas, rectangulares, circulares, en forma de la letra griega «pi» y un largo etc.

Su ubicación, como en la gran mayoría de los castros de la zona, no es algo casual. Se sitúa sobre un cerro natural de orografía muy escarpada, siendo muy complicado su acceso debido al fuerte desnivel que posee. El lado más «accesible» (aún sin serlo realmente) se encuentra al Norte del Castro, situándose en este punto casi la totalidad de sus accesos. Por el contrario desde el Sur resultaba prácticamente imposible alcanzar la plataforma superior, al menos a lo largo de 3 kilómetros, ya que existen una serie de farallones naturales que en muchos casos alcanzan los 60 metros de altitud (de ahí que no exista muralla en esa vertiente).

El sistema defensivo

Sus dimensiones nos indican que tuvo que ser un oppidum, asentamiento tipo ciudad-fortaleza o centro principal de uno de los grandes populi o pueblo en que se subdividían los cántabros o posiblemente un lugar donde refugiarse de nuevo ante la amenaza militar romana.

Veamos a continuación su estructura defensiva y características más destacables.

Antes de comenzar a evaluar el sistema defensivo del castro de La Ulaña, debemos de aclarar un aspecto fundamental para entender la diferencia entre el castro y el conocido como «Cinto«.

El yacimiento al completo tiene una extensión total de 586 hectáreas, de las cuales 285 pertenecen al plano superior por lo que se deduce que las  301 restantes pertenecen a los «aledaños» o vaguada del castro, concretamente a los sectores que conectan la parte más «baja» del yacimiento con el altiplano que veis en la imagen. Esta diferenciación es fundamental para comprender las estructuras defensivas del recinto castreño. Como podemos imaginar, la gran extensión de este sector junto con las murallas de La Ulaña, hacían de este lugar un poblado casi inexpugnable.

La estructura se encuentra delimitada  al norte por un afloramiento rocoso en altura, donde se observa la presencia de tres bloques calizos apoyados sobre la roca que probablemente pertenecieron a la muralla original. El nivel de derrumbe está formado por bloques de tamaño heterogéneo, de tal forma que en la parte superior del mismo se localizan piedras de tamaño medio y en el nivel inferior mayores. La anchura de esta muralla oscila entre los 3,10 y 3,35 metros, mientras que la altura conservada es de 1,5 metros. En base a estos datos se le ha calculado una altura aproximada de entre 3,2 y 3,8 metros para el paramento interior y de unos 5 metros para el paramento exterior. En este sector se ha encontrado abundante material arqueológico, el cual ha permitido definir la existencia de un vertedero al exterior de dicha muralla.

El castro de La Ulaña se encontraba «atravesado» por una muralla transversal de unos 257 metros aproximadamente (ver imagen adjunta).Tiene una anchura de 3.5 metros y una altura conservada de poco más de 1 metro. En base a estos parámetros se cree que pudo tener una altura de entre 3,6 y 3,9 metros para el lienzo Oeste y entre 4,25 y 4,75 para el Este. Su morfología era de dos paramentos calizos grandes y medianos, con relleno de piedras pequeñas y medianas además de arcilla como material de cementación. La excavación en este sector permitió conocer cómo se fue construyendo conforme se iba extrayendo la materia prima, colocándose en algunos casos piedras grandes en la parte superior de la misma con lo que se produjeron varios derrumbes.

La vivienda

Un aspecto sobresaliente del yacimiento de La Ulaña es la existencia de destacados restos arqueológicos y la abundancia de materiales repartidos por la altiplanicie superior.

Según los descubrimientos de Luis Alberto González Sevilla, se aprecian numerosos cimientos o zócalos de piedra en viviendas de planta cuadrada o rectangular. En algunas se observan estancias o habitaciones internas bien diferenciadas y una amplia abertura o porche orientado hacia el este.

El tamaño de las mismas no es uniforme. Se aprecia la existencia de un gran edificio estrecho y alargado y de algunas cabañas de pequeñas dimensiones. Las dimensiones más comunes suelen ser de 10 x 5 m.

Se han encontrado fragmentos de barro procedentes del recubrimiento de las paredes de madera que sostenían la techumbre de la cabaña, construida a dos aguas. También se aprecian molinos barquiformes y circulares en el interior de las cabañas o delante de ellas.

La imagen superior corresponde al museo arqueológico de Argüeso donde existe una  recreación de todo un poblado cántabro con un increíble nivel de detalle, basado en diversas excavaciones arqueológicas y en el conocimiento de la vida de los antiguos moradores de Regio Cantabrorum. Posee diversas cabañas, las cuales pertenecen a un yacimiento y época diferente datadas entre los siglos VII a I a.C. Cabe destacar que cada una de ellas está construida exactamente igual que antaño, utilizando materiales como arcilla, agua, piedra y techos vegetales.

Por lo que respecta a la reproducción de la cabaña de la Ulaña podemos decir que es la más avanzada cronológicamente hablando. Nos encontramos con la única construcción de planta rectangular de todo el museo. Data de la II Edad de Hierro, entre el 300 a.C. – 50 a.C y donde la influencia de los celtiberos alcanza su punto máximo dentro de las tierras cántabras. Posee un zócalo de una altura de unos 60 cm. Mide aproximadamente unos 6×3 metros con tejado a dos aguas.

En la meseta de Peña Ulaña, de 5 unos kilómetros de largo, nos encontraremos unas 250 estructuras en superficie, es decir, sin tener que haber excavado en el castro.

En esta cabaña podemos apreciar una serie de aperos de labranza y ganadería (hoces, azadas, tijeras de esquilar), así como lanzas, escudos y un ejemplar de hacha de 2 filos. Terminaremos viendo la cerámica, muy influida por los celtiberos. El uso del torno es algo ya muy común entre los diferentes poblados. La expansión de este tipo de vasijas viene dada porque la construcción de las mismas en madera pierde fuerza debido a que la madera se perdía rápidamente por el uso y la humedad.

En el siguiente enlace podemos encontrar más información sobre el tema

http://www.regiocantabrorum.es/publicaciones/poblado_cantabro

Hallazgos arqueológicos

Como veremos posteriormente, la gran cantidad de piezas y fragmentos hallados se corresponden cronológicamente con los momentos de transición de la I Edad del Hierro a la II, aunque no debemos de obviar otros objetos posteriores. La gran mayoría de estos materiales se han encontrado en el sector de la muralla Norte, destacando las cerámicas de arcilla refractaria, variada y tosca, de colores pardos oscuros al negro (elementos identificativos de la I Edad del Hierro). De otra época posterior, también fueron encontrados fragmentos cerámicos a torno con decoración pintada, oscilando su coloración entre el rojo y ocre (dependiendo esto del punto de fusión en la cocción oxidante).

Es frecuente encontrar en la superficie de la meseta superior del yacimiento de Peña Ulaña restos de cerámica celtibérica, escorias de fundición de hierro o bronce e incluso algunos objetos metálicos como una fíbula, pieza metálica utilizada en la antigüedad para unir o sujetar las prendas de vestir, de mediados del s. II a.C., también se han hallado dos prótomos, busto de un hombre o un animal empleado como adorno, de bronce, en forma de cabeza de caballo, placas de cinturón decoradas con motivos geométricos calados o incisos en forma de S, círculos concéntricos, sogueados, etc.

De este yacimiento parece ser diverso utillaje de hierro, de madera o cuero para el trabajo agrícola, por ejemplo hachas de hoja trapezoidal, así como algunas dagas biglobulares.  También procedente de este castro parece ser un denario republicano romano del 75 a.C. de L. Rutilius Flacus, hay noticias sobre la aparición de otros denarios celtibéricos y alguna moneda romana de bronce de la caetra (escudo típico de Iberia, de forma redonda, entre 50 y 70 cm de diámetro de cuero o madera forrada en piel, apto para las guerras de guerrilla propias de las Guerras Cántabras). También se han localizado otros instrumentos metálicos identificables que nos sitúan en el contexto de la II Edad del Hierro: una aguja de bronce, un regatón (pieza, normalmente de hierro, que se pone en el extremo inferior de lanzas, garrochas, bastones, paraguas, etc., para darles mayor firmeza), un denario de Turiaso, fechado a principios del siglo I a.C.

Por último no debemos olvidar los restos faunísticos encontrados en el vertedero de la muralla norte, donde se pueden destacar los restos de animales domésticos por encima de los salvajes: Ovejas, cabras, caballos y por último, restos de jabalí.

Hallazgos tumulares

Tanto la muralla transversal, que divide en dos el castro como en el flanco sudeste se aprecian estructuras tumulares de piedra que pudieran ser necrópolis de la Edad del Hierro.

El hecho fundamental que caracteriza a la II Edad del Hierro en la meseta es la aparición, a partir del s. VI a.C. de los llamados “campos de urnas” asociados a castros y al rito de incineración con ricos ajuares, manifestaciones de la cultura celtibérica proveniente de la zona oriental de la Meseta Norte. El hallazgo de necrópolis tumulares en algunos castros como La Ulaña, Rebolledo Traspeña, Valtierra de Albacastro podría suministrar información sobre la introducción de los “campos de urnas”.

Hallan once nuevos castros que podrían reinterpretar la historia de las guerras cántabra

Paleorama en Red. Prehistoria y Arqueología en Internet

ALFONSO BOURGON DE IZARRACANTABRIAEDAD DEL HIERROIGNACIO RUIZ VÉLEZLAS LORAS,RAMÓN BOHIGAS ROLDÁN

 junio 7, 2012 13:42

Once nuevos castros cántabros y numerosos vestigios medievales han sido descubiertos en la comarca burgalesa de Las Loras, al norte de Burgos, un territorio histórico que perteneció a la Cantabria antigua y donde un grupo arqueólogos ha trabajado durante varios años en más de medio centenar de yacimientos.

Los codirectores del proyecto Alfonso BourgonIgnacio Ruiz Vélez y Ramón Bohigas han presentado en rueda de prensa estas novedades arqueológicas, y que, en su opinión, podrían conducir a reinterpretar la historia de las guerras cántabras desde un punto de vista “estrictamente operacional”.

El principal hallazgo son 11 nuevos castros fortificados de la Edad del Hierro pertenecientes al mundo cultural del pueblo protohistórico que llamamos cántabro, en la zona que fue frontera de las llamadas Guerras Cántabras (años 29 al 19 AC).

Los yacimientos han sido descubiertos mediante prospección ocular por Alfonso Bourgon a lo largo de varios años de “exhaustivas” salidas de campo y certificados en visitas posteriores por los doctores Ruiz Vélez y Bohigas, con la colaboración puntual del profesor y arqueólogo Manuel García Alonso y el doctor y catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cantabria César González Saiz.

Las campañas realizadas tenían por objeto el rastreo sistemático del terreno, mediante prospección visual y recogida de materiales en superficie para la identificación de posibles nuevos yacimientos arqueológicos en la franja de territorio comprendida.

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Medio centenar de castros afianzan la historia de Las Loras

 

EL CORREO DE BURGOS

Revisión histórica

Los investigadores Ignacio Ruiz y Ramón Bohigas dan a conocer el hallazgo de medio centenar de castros del Bronce y asentamientos romanos en esta comarca burgalesa

23/07/2012

  1. M. / Burgos

La estratégica ubicación de la comarca de Las Loras, así como la sorprendente concentración de yacimientos de la Edad de Hierro existentes en este área, quedó aún más patente esta semana tras la conferencia ofrecida en la Diputación Provincial, por los investigadores Ignacio Ruiz y Ramón Bohigas. Junto a Alfonso Bourgon, ambos han encabezado 3 años de prospección en la zona, logrando así verter más luz sobre el pasado de la provincia.

«Ahora queda el trabajo de despacho’, ya que estos datos servirán para hacer un estudio exhaustivo de poblamientos, a la vez que se renovará el permiso de prospección para seguir tras el verano, y lograr más datos», avanzó el catedrático de Historia y miembro de la Academia Fernán González, Ignacio Ruiz.
A lo largo de su ponencia, los expertos destacaron el hallazgo de varias piezas pertenecientes a diversas épocas, siendo la más antigua un chopper -una herramienta antigua de piedra tallado para darle un filo cortante- de una cronología que los expertos creen que oscila entre los 400.000 y 1,1 millones de años. Junto a ésta, la más moderna, un cobre castellano -vellón-, datado en 1636.

Pero sobre todo, centraron la atención sobre el hallazgo de más de medio centenar de castros que probaron cómo los habitantes de la zona, durante la época final del Bronce y primera del Hierro, «no sólo perseguían la labor defensiva», compartida con otros asentamientos y lugares ya conocidos y datados -como el castro de la Mesilla o el de Los Brezos de Salazar de Amaya entre otros-, «sino también la de aprovechar las riquezas naturales que la zona les ofrecía».

‘Transterminancia’
Ruiz resalta así, el alto número de poblamientos existentes en el entorno observado, pero con distancias cortas entre ellos y ocupados por grupos pequeños, lo que hace pensar en poblaciones ‘transterminantes’ que iban de asentamiento en asentamiento según la época».

Ruiz aclara así las diferencias de éstos con los trashumantes, «ya que éstos últimos realizan desplazamientos anuales, mientras que los de los primeros son más cortos y en menores períodos de tiempo». La comarca estudiada se extiende así, en la franja de territorio comprendida entre la provincia palentina -como límite al Oeste-; Montorio y entorno de Huérmeces en la parte Este, el valle de Valdelucio como límite de acción al Norte y el entorno de las localidades de Sasamón y Villadiego al Sur.

«Una zona geográfica muy concreta y de alto valor arqueológico y estratégico, recuerda que todos ellos se hallan en la comarca de Las Loras, unos relieves que muestran hoy -como zona altas-, lo que hace muchos millones de años era en verdad la parte más baja de los valles cercanos», recordaba Ruiz. Situación que remarca el interés por ellas de estas poblaciones, lo que da lugar a la ubicación de los 50 nuevos castros hallados en espacios muy cercanos.

Asimismo, suma la presencia de estos asentamientos, a la estratégica situación de esta comarca a los pies de la cordillera Cantábrica y de los páramos del valle del Duero. «Lo que permitió a su vez un doble aprovechamiento ganadero y agrícola -al estar en dos zonas de explotación-, así como de los tajos que hicieron los afluentes del Pisuerga en Las Loras al atravesarlas de Norte a Sur».

Aprovechamiento que se repetiría tiempo después, en la Edad Media, «algo que constata el haber hallado también asentamientos de la Alta Edad Media de tipo fortificados». Uso evidentemente unido a la importancia que ya tuvo este entorno en la antigüedad como destacado eje de comunicación «como lo es hoy al contar como prueba de ello, con la presencia de la carretera de Burgos a Aguilar», recalca.
Finalmente, Ruiz remarca la importancia de los hallazgos a la hora de ubicar su relación con el momento del paso de la época indígena a la romana. «Transición muy marcada por las guerras cántabras, donde estas tierras burgalesas destacan como ubicación de campamentos romanos, en cuyas cercanías estaban los castros en los que se ha encontrado numeroso material bélico que se ha ido recuperando».