El libro Geografía del condado de Castilla en la época de Fernán González persigue la instauración de uno de los primeros jalones de la Geografía Histórica de nuestro país.
La base del trabajo, exclusivamente documental, permite el trazado de fronteras y demarcaciones condales, ya casi olvidadas en la lejanía de los siglos, juntamente con el resurgir de lugares desaparecidos y la identificación de otros reducidos o despoblados o alcanzados por hondas transformaciones en su toponimia cuya realidad histórica ya desaparecida en todos ellos corría el riesgo de caer en el olvido.
Castilla, tierra de castillos, los prodigó en la época heroica por sus tierras de epopeya. Pétreos jirones de su historia se albergan en la soledad de sus campos dilatados en ondulaciones de trigales, o en los montes y quebradas vestidas de robledal, y, si en la hondura de sus valles los restos de viejas abadías se sepultan en el silencio, envueltos en sudarios de hiedra, en las alturas, indecisas siluetas de castillos se yerguen aún arrogantes en la luz cegadora de las cumbres, con el gesto retador de siglos lejanos.
Las expediciones de Alfonso I de Oviedo (739 – 756) dejan una estela de ciudades, rápidamente conquistadas y abandonadas por toda la cuenca del Duero, al norte de las sierras centrales. Los pobladores cristianos de las villas asaltadas, acompañan al rey asturiano en la vuelta hacia las fragosidades cantábricas, como valiosos elementos para la defensa y población del naciente reino de Asturias.
La Crónica de Alfonso III, escrita a fines del siglo IX, agrega en sus relatos sobre Alfonso I noticias de repoblación y de organización en territorios integrados en la monarquía de Oviedo, libres de la dominación musulmana, aunque frecuentemente expuestas a sus ataques y correrías.
Entre ellos se menciona el de Vardulia, que en tiempo del cronista se refería Castilla.
Los esfuerzos y tareas para despertar la vida en el yermo de estos campos abandonados los entrevemos en los primeros años del siglo IX por los vallejos de Mena y por las rinconadas de Valpuesta, donde la fe abrió rutas, roturó terrenos y levantó altares, en un impulso espiritual que parecía iluminar una visión del porvenir, acariciada por aquellos piadosos obreros, llamados a poner los cimientos a los solares de un gran pueblo. Hacia mediados del siglo IX un grupo de estos venerables varones dirigidos por el abad Pablo, descendían por abruptas quebradas, cortadas por saltos y cascadas del río Purón, y seguían por la hondura de circos rocosos con fondos taladrados por fuentes de aguas copiosas, traspasadas por reflejos de soles altos, en medio de un silencio inflamado por la luz que reberberaban los elevados peñascales vestidos de boj y de helechos. Y seguían la pista de la rumorosa corriente abismándose en el vértigo de tajados escobios, hasta dar salida, en la soledad de aquella «Tebaida» de piedra, a la última angostura, de cara ya a las radiantes claridades del valle de Tobalina, y allí fundaron en el año 852 la iglesia de San Martín de Herrán, dotada con labranzas, fuentes, ganados y ornamentos religiosos.
Esta comarca era conocida con el nombre de Pontecerzi y en 978 con el de Fozecerci. Puentes y Hoces. Puentes sencillos de arcada de medio punto suspendidos sobre el salvaje desplome del torrente.
Hoy la iglesia no existe, pero su recuerdo perdura en las llamadas huertas de San Martín, tendidas en uno de los declives del desfiladero.
Afortunadamente la memoria de la consagración la conserva el cartulario de San Millán, y con ella el inestimable testimonio de la aparición en la historia del nombre de Castilla con categoría condal. «Rodericus Comité in Castilla».
El condado se extendía por tierras al norte del Ebro, integradas hoy en el partido de Villarcayo, y tan reducido era que fácilmente podían contarse las columnas de humo que se elevaban de sus pobres e inseguros hogares, desvaneciéndose en la luz que alumbraba el nacimiento del glorioso pueblo, cuyo límite más meridional había de llegar, por los años de 382, a los peñascales de Pancorbo.
Esta actividad alcanzaba, por el oeste, las frías parameras, que detienen en las comarcas altas del partido de Villadiego el avance hacia el sur de masas montañosas, inmovilizadas en apariencia de baluartes sobre tierras de cántabro abolengo, recorridas en la lejanía de los siglos por indómitas resonancias vencidas por la Roma imperial.
Amaya, nidal de rocas desnudas, encumbrado de cara a estos páramos perdidos en horizontes de brumas luminosas, suena entre las ciudades asaltadas en el siglo VIII por los montañeses asturianos de Alfonso I, pero el eco de su existencia se desvaneció, para reaparecer el año 860, fortificada en nombre de Ordoño I, por el Conde Rodrigo de Castilla, momento consagrado en decires y refranes geográficos por la poesía popular.
«Harto era Castilla pequeño rincón
cuando Amaya era cabeza e Hítero el mojón.»
Pero estos trabajos se veían acechados en todo momento por sobresaltos y acometidas de la morisma, que entregaba a la desolación el yermo donde la vida quería apuntar.
Álava y Castilla, estrechamente enlazadas en estos siglos e inseparables en la visión geográfica musulmana, «Álava y los castillos = Al-Quile o los castillos de Álava, constituían el blanco preferido de los guerreros de Córdoba, en expediciones de resonancias dramáticas: Campaña de Álava de 824» y de Sotoscueva en 838, en las mismas raíces de las montañas cantabrico-burgalesas.
La de 865, realizada por Ab-al-Rahman, hijo del emir Mohammed contra Álava y Al-Quilé (Castilla), merece detenida atención. Aunque la localización de los lugares cristianos donde los musulmanes se atribuyen señalados triunfos es, a todas luces, vaga e incierta, no podemos sustraernos a la sugestión emanada de los nombres de ciudades o fortalezas que, como Toca y Burgia, fueron destruidas por los invasores en esta expedición.
Historiadores modernos identifican Toca con Oca y Burgia con Burgos. En realidad, venciendo ciertos recelos, nacidos de la inseguridad de la identificación, nada se opone a la reducción de Oca, pues sabemos documentalmente que el Conde Diego Rodríguez, llamado Porcelos, dominaba cuatro años después, es decir, en 869, sobre vastas extensiones del territorio de Oca, cuyo aprovechamiento de leñas y pastos otorgó al monasterio de San Felices de Oca.
Por lo que a Burgia = Burgos (?) se refiere, la expedición del ejército de Mohammed en 883 pudo proporcionarnos la referencia definitiva, ya que en su marcha sobre la vía romana de Pancorbo a Castrogeriz, en dirección a León, forzosamente tuvo que pasar por las proximidades del asiento actual de la ciudad, pero el Cronicón Albeldense guarda silencio, quizá porque la destrucción del año 865 fué completa y no impuso una detención al ejército invasor, o bien porque la modesta representación militar de la fortaleza eximiera al cronista del obligado comentario.
Cualquiera que sea el valor de estas hipótesis, y aun dando por firme la existencia de un núcleo burgalés en 865, seguida lógicamente de una ruina inevitable en 883, creemos que los prestigios iniciales de la fundación de Burgos corresponden al año 884, fecha señalada por los Anales Compostelanos y el Cronicón Burgense Meses antes—883—el fundador de Burgos, Diego Rodríguez, hijo del Conde Rodrigo, hacía frente a las tropas del Emir de Córdoba, en el fantasmagórico roquedal de Pancorbo, cuya fortaleza, enrocada entre agujas y picados, era nido de altanería y atalaya de horizontes hostiles.
Esta fortaleza de Pancorbo, en el extremo oriental del condado, se correspondía con la de Castrogeriz, erguida en el extremo occidental, y clavada en la eminencia de un enorme cerro calizo de inflamable terrosidad, surcado de torrenteras. Puesto en defensa por Munio Núñez en 883, presenció, sin ser atacada, el desfile de la morisma castigada en Pancorbo.
La muerte de Diego Rodríguez, conocido con el sobrenombre de Porcelos, probablemente derivado del monasterio de San Milíán de Porcilis, en las cercanías de Encio, territorio de Pancorbo, parece coincidir con una floración de condados en tierra ele los castillos, extendidos por campos de Castrogeriz, Amaya, Lanteron, Cerezo, Burgos, Lara. Algunos de sus señores aprovechan favorables coyunturas en las postrimerías del emirato cordobés, y en 912 llevan, en incontenible empuje, las fronteras castellanas al Duero.
Munio Núñez, Conde de Castrogeriz, restaura la vieja Rauda = Roa, Gonzalo Téllez, Conde de Lanteron, en 911, la de Osma, y Gonzalo Fernández fortifica Aza, Clunia y San Esteban de Gormaz.
Los nuevos baluartes castellanos, encumbrados en la desnudez de duros montes o en la eminencia de elevados terrenos socavados por las aguas, jalonaron sus riberas, vigilando accesos y vados, en constante atalaya de aquellos llanos ondulados, e inmovilizados, en una atmósfera de apagadas tonalidades, desde la margen izquierda del río hasta las sierras Carpetanas.
De la soledad de estas tierras desiertas surgía el peligro de inesperadas cabalgadas, de furiosas acometidas, que abatían las fortalezas del Duero y penetraban rápidamente, con la complicidad de espesuras de robledos y pinares, en el corazón de la naciente Castilla.
Estos baluartes crearon, por la adusta majestad de los campos sorianos, la gesta castellana del alto Duero: prolongada y sangrienta pugna por la posesión de sus riberas, en las que el alma primitiva de Castilla alcanzó épicas elevaciones sobre los contornos ásperos de aquel foso; máxima obsesión fronteriza de los castellanos en el siglo X.
Esta obsesión fronteriza parece encarnada, por los años centrales de esa centuria, en el Conde Fernán González (931-970).
La poderosa voluntad del Conde obró el prodigio de dar unidad, cohesión y prestancia, al engarce de coronas condales, en las que figuraba Álava desde 933, de vivificar el espíritu de solidaridad que alentaba en el corazón y asomaba a los labios de los hombres de Lara, Lantaron, Vieja Castilla, Burgos, Cerezo, Amaya, Muño y Clunia, de alumbrar ideales de fe y de esperanzas en la hondura de un sentimiento que tomaba corporeidad en iglesias, abadías y cenobios, de elevar a la categoría de derecho costumbres de raigambre secular, consagrando una legislación en juvenil rebeldía con el sentido jurídico de la antigua corte visigoda, y que iba a tener como medio de expresión un idioma de fuerte personalidad, noble y viril, que nacía entonces, como los demás elementos de la estructura social, en un ambiente de innovadoras audacias, atormentado por ecos de alarma y gritos de guerra.
La inspiración popular idealizó la gigantesca silueta del héroe de legendarios contornos que colmaba los anhelos de aquellos castellanos que habían visto salir de sus manos una Castilla tan fuerte, tan unida, tan batalladora.
Hoy, tan vigorosa personalidad se encuentra, al decir de un ilustre historiador, en crisis, y su enfoque exige una revisión de sus antecedentes familiares y de los móviles y metas de sus ambiciosas aspiraciones, conducidas y logradas «con más fortuna y sagacidad que con espíritu heroico».
Sigue clavado su linaje entre los otorgantes de los fueros de Brañosera (824), pero se rechaza la paternidad de Gonzalo Fernández, para trasladarla a Gonzalo Núñez, de conformidad con la genealogía legendaria. Sin negar eficacia a su habilidad política, creemos que su aspiración personal de engrandecimiento, se veía respaldada e impulsada por la adhesión unánime de un pueblo, cuyas comarcas, imperfectamente romanizadas y tardíamente englobadas en el Estado visigodo, estimaban en poco los frágiles lazos que las unían con León, distanciado de ellas por conceptos vitales, cuajados en normas jurídicas, en concepciones lingüísticas y literarias y en instituciones sociales.
Fernán González alcanzó, después de la muerte de Ramiro II y Ordoño III, algo más que una autonomía en el gobierno de su Estado condal, en cuyo ejercicio no se acusaba la falta de atributos esenciales de soberanía, y no obstante el formulismo de las calendaciones reales, a las que concedemos todo el valor arrastrado por la tradición, el hecho de rebasar el límite leonés marcado por el Pisuerga, incorporando a Castilla la faja palentina, que iba desde el río a los condados de Saldaña y Carrión, es un expresivo testimonio del poder alcanzado por el Conde en la frontera occidental de su condado. En cambio, «su sagacidad política» debió pesar muy poco en la ampliación de la frontera oriental o navarra; es más, antes de morir fue obligado a desamparar plazas en la Rioja que había poseído durante su condado, y, a su fallecimiento, la línea castellano-navarra coincidía con los límites actuales de la provincia de Burgos y con la corriente inferior del Oja hasta su unión con el Ebro. Y esta sagacidad hasta podía sonar irónicamente en algún historiador navarro (Sandoval-Cinco Reyes. 44) cuando afirmaba que en 992 la tierra de Oca hasta el río Arlanzón y valle de Assur, estaba en poder de la Corona de Navarra. Afirmación inexacta, ya que el Obispo historiador confundía el lugar de Villasur sobre el Arlanzón, en los límites meridionales del territorio de Oca, con el valle de Assur, situado en la entrada septentrional de este territorio, localizado en 1035 junto al camino que desde Redecilla iba a Quintaniila, y aunque no sabemos a cuál de las dos Redecillas, del Campo y del Camino, y de las dos Quintanillas, de las Dueñas y del Monte, se refiere, siempre pensaremos que en los contornos de estos cuatro pueblecitos, muy cercanos entre sí y colocados entre Grañón y Cerezo de Río Tirón, habrá que situar el valle de Assur, abandonando la corriente del Arlanzón, señalada por Sandoval, por la del Tirón, fijada por el documento de 1035.
Frente al ostentoso teatro donde se iba desarrollando la gesta del Duero, creemos de mayor eficacia la condensación de espíritu y energías heroicas, exigido por el temperamento de las gentes castellanas (bellatrix Castella) y por las poderosas embestidas del califato cordobés, primero bajo Ab-el-Rahman III, vencido en Simancas (939) por Ramiro II y nuestro Conde, con una plenitud triunfal que desbordaba hacia lejanas tierras las dimensiones de los grandes batalladores de la España medieval, pero que no cortó ni detuvo los choques y asaltos, casi permanentes, que llovían sobre Castilla por aquella frontera de hierro, desconocidos unos y rechazados otros por el fantástico ropaje con que han llegado envueltos hasta nosotros, sin pensar que bien pudieron tener realidad en los campos burgaleses del norte del río, ya que en vida del Conde por dos veces fue asaltada y destruida la ciudad de Burgos, capital del naciente condado. En los últimos años del Conde (época de Al-Hakam) la angustia de un desesperado batallar, no sólo contra los moros, sino contra elementos de sus propios condados, personificados en la figura legendaria del noble Vela de Álava, pone un acento dramático en la existencia atormentada del condado: unión del magnate alavés castellano con los musulmanes, pérdida de las plazas del Duero, asolación e incendio de las comarcas condales. En esta tempestad, el Varón Fuerte, como le llama el Arzobispo don Rodrigo, murió en 970, dejando vinculado en su hijo García un condado soberano de inagotables energías y de fieros prestigios. Esta obra del Conde, forjada con el más bello material humano, entró, con plenitud de gloria, en las jerarquías supremas de la Historia, ungido con un aliento creador que pocos conquistadores alcanzaron, porque si muchos tuvieron aptitudes para destruir, sólo algunos, muy pocos, lograron dar e imprimir, como el buen Conde, un soplo de eternidad a sus creaciones.
A continuación el libro recoge la organización geográfico-administrativa del Condado de Castilla a la muerte del Conde Fernán González. Aquí sólo expongo los contenidos que, por proximidad, nos resultan más conocidos y, por tanto, de mayor interés.
ORDEJÓN.
Al oriente de Amaya, en ásperos terrenos prolongados hacia los páramos de La Lora, se suceden lugares incluidos en el territorio de Ordejón, remontándose al año 950 la mención de Congosto y Humada, donados en tiempos de Fernán González a la iglesia de Covarrubias (Cartulario de Covarrubias, I). En 978, la dotación del Infantado de Covarrubias registra en esta tierra les lugares de Corbiellos (en Valdelucio, próximo a Ordejón), San Quirce (entre Congosto y Villamartín) y San Andrés [de Montearados] (lugarcillo cercano a la raya moderna de los partidos de Sedaño y Villadiego).
Entre San Andrés y Humada, se asientan las tierras que a principios del siglo XIII constituían el alfoz de Panizares, «… uilíam meam que dicitur S. Mames de Fauar in alfoz de Panizares sitam» (Bec. Cat. Burgos, f. 96).
Según la Primera Crónica General, Ordejón fue donada al Cid hacia el año 1087 por el rey Alfonso VI
En la segunda mitad del siglo XII, Ordejón va frecuentemente unido al alfoz de Amaya.
Año 1182. «Comes fernandos tenente Amaia et Ordeion» (Becerro de Aguilar, 54).
Año 1186. “Comite don Fernando en Amaia et Orseio» (Cartulario de Covarrubias).
El conde don Fernando fue hijo de don Nuño Pérez de Lara.
AMAYA
Las comarcas occidentales del moderno partido judicial de Villadiego, inclinadas normalmente hacia el Pisuerga, integraban el alfoz y condado de Amaya, ciudad reconquistada por Alfonso I (739-756), cuya fortaleza, erguida en la peña de su nombre, fue reedificada el año 860 por el conde Rodrigo de Castilla, a quien hemos visto citado en escrituras de los años 853 y 862.
«Era DCCCXCVIIÍ. Populavit Rodericus Amajam per mandato Regis Ordoniis» (Chronicon Burgense).
La corriente del río Pisuerga, límite formal del reino castellano antes de 1157, «… hereditates et honores quos habeo per totam Castellam usque in pisorgam…» (A. Cat. Burgos. Becerro, fol. 134). señalaba su confín por el poniente. El norte partía límites con el alfoz de Ibia y más tarde con el alfoz de Gama que Alfonso VII dio en 1146 a don Nuño Pérez de Lara. El alfoz de Villadiego y comarca de Ordejón marcaban contactos por el este. Por el sur el perfil se perdía en tierras cuyos lugares se apellidaban de Treviño, comarca ésta de fisonomía exclusivamente geográfica, dilatada por los partidos de Castrogeriz y Villadiego. A ella aluden los Votos de Fernán González de ¿939? : «Villa Didaco cum tota Trivinio…»; documentalmente no aparece Treviño hasta el año 1068.
Una donación de la segunda mitad del siglo IX coloca «in Castella in territorio Amaia» el lugarejo de Puentes al noroeste de la Peña.
En la dotación del monasterio de Oña por Sancho de Castilla en 1011, se menciona «in alfoc de Amaia, Gornaçe[Gernaz, despoblado en término de Villela], Rebolledo [Rebolledillo], Ecclesia Sancte Marie de domno Dauid [ermita de Rebolledillo], Uilliela [Villela], Domum Sancti Petro de Ualdecal [granja, a corta distancia al norte de Pozancos] » (Del Álamo, Colec. Dipl. S. Salvador de Oña, núm. 8).
Santa María de Rezmondo lo deslinda una escritura de 1071, situándole «in finibus Amaya» (Becerro de Cardeña, 242), cerca del Pisuerga, entre el río Fresno y las villas de Castrillo y Zarzosa de Río Pusuerga.
El monasterio, objeto de generosidades por parte de Fernán Gnzález, dio origen en 1073 a un pleito sobre un molino del río Pisuerga, sustanciándose ante Diego Rodríguez, «qui tenebat Amaya», y en presencia del abad de Sotovellanos (Id. id., 244).
Año 1164. Donación a Santa María de Aguilar, «…ecclesia S. Juliene que uocitant de ual de boniel et est iuxta pennam de Amaia et ex alia parte ad iacet uilla que dicitur Salarzal [Salazar de Amaya] simul cum consensu didaci qui dicitur uellus tenente ipso castello quod uocitant amaia... (A. Hist. Nac. Becerro de Aguilar, 24).
En 1166 la fundación del monasterio de Villamayor de Treviño, lindante con Amaya por el sur, está confirmada por el «Conde don Nuño en Avia y en Ferrera».
Del año 1188 es la donación de Alfonso VIII a la Orden de Calatrava de los «… varrios sitos iuxta Quintanellam de Riuuo de Fresnos, in alfoz de Amaya…» (Art. Hist. Nac, Caxon 15, núm. 11).
Los Barrios de San Felices están próximos a Sotovellanos y en ellos se encontraba el monasterio de monjes de la Orden de Calatrava, trasladados siglos después a Burgos.
El mismo monarca donaba en 1189 a Diego López el lugar de Villanueva de Odra en la «oz de Amaya en la ribera del Modra» (Indices Docs. Simancas. Ms. Acad. Hist. E. 118).
VILLADIEGO – TREVIÑO
No conocemos con exactitud la extensión del alfoz de Villadiego. El documento tantas veces citado del infantado de Covarrubias, suscrito en 978, dice: «De Villa de Didago: Villeiusto et Tabulata et S. Vincenti de Formizeto et Colmenares et S. Michaelis et Sª Columla.» Identificados con Villusto, Tablada, Hormicedo, Colmenares, San Miguel (ayuntamiento de Los Valcárceres) y Santa Coloma de Villusto. Todos ellos al norte de Villadiego.
Por escritura de 1068 se incluyen en el territorio de Villadiego la iglesia de San Cristóbal [entre Olmos de la Picaza y Villadiego] y «Villa Nonno» = Villa Noño, al sur de Villadiego (Serrano, Obispado de Burgos, III, nú- mero 7).
El alfoz cubría parte de la dilatada comarca de Treviño, dilatada por tierras de los partidos de Villadiego y Castrogeriz.
Dan antigüedad a la comarca de Treviño los Vetos de Fernán González (siglo X ?), pero documentalmente no la conocemos hasta el año 1068, en la restauración de la iglesia de Oca por Sancho II: «dono monasterium Sancti Fausto de Trevenneo».
Esta iglesia vuelve a mencionarse en 1124 en merced de la reina Doña Urraca a Nájera: «… in terra de Trevinio quod vocitatur Sancti Fausti, quod jacet de juso Sancti Quirici de Furmicedo ínter Villam Albelam et Tablada» (Llorente, Nts. Hist. Provincias Vascongadas, IV, 31).
Villalvilla, próxima a Tablada y Hormicedo, citadas en 978, se encuentran al norte de Villadiego y en su territorio.
El mismo Villanoño de 1068 reaparece en 1157: «… uillam que uocatur uilla nonno in triuinio…» (Arch. Mun. Burgos. G. 8-5).
Una escritura de doña Appalla a la iglesia de Burgos por los años 1121-1124 señala propiedades «in treuinio scilicet in suburbio de uilla didaco in uilla que dicitur ulmos… et in uilla us… et in samanceles… et in Talamiello…» (Becerro Catedral de Burgos, II, 192). Olmos de la Picaza, Villaute, Manciles y Talamillo, en la comarca de Villadiego.
Un documento de 1213 menciona la venta de propiedades en lugares próximos a Villadiego y sometidos a su jurisdicción, ya que en su confirmación intervienen lss alcaldes de villa: «…Villa Ferrando [Villahernando] et en buada [Bohada] et in alcedo [lcedo] et i n Melgosa [Melgosa de Villadiego] et in Villaute [Villaute]…, testigos de villa diego don Dominico el alcalde…, Joan roiz el alcalde… » (Arch. Hist. Nac. Becerro de Santa María de Aguilar, fol. 63. Publicado por Menéndez Pidal en La España del Cid).
El límite oriental alcanzaba con seguridad el término de Las Hormazas en 1066: «… in Ormaza maior in alfoze de Villa Didaco…» (Becerro Cardeña, 258).
Por el nordeste, en el año 1075 existía el alfoz de Moradillo del Castillo: «Villam que vocatur La Rada [La Rad] in accidente de Muradello» (Obispado de Burgos, III, núm. 13).
Por el sur del alfoz los lugares se encasillan de manera general en la tierra de Treviño.
Año 1074. «Donamus autem in Trivinio monasterium Sancti Petri de Campo…» (Obispado, III, 36). San Pedro del Campo, despoblado entre Olmillos de Sasamón y Villasandino.
Año 1085. Donación de Alfonso VI. «Castellanos et Villa Isidro in Trevinno» (Id., núm. 16).
Otra redacción del mismo año ofrece más precisión: «Castellanos in alhoze de Castro et Villa Hesidro en Trevinno,..»(Id., núm. 27). Castellanos, al norte de Hontanas, en el alfoz de Castrogeriz. Villasidro, cerca de Sasamón, al sur de Villadiego.
Por el año 1184 la Orden del Hospital poseía en el territorio de Treviño: «… in Trevinno scilicet: Villesilus [Villasilos], Melgareio [despoblado de Melgarejo al norte de Villasilos], Villesendino [Villasandino], Elbusto, Ecclesia Alba [Grijalva], Sassamón, Villaizzan, Villavedón (en tierra de Amaya)» (Serrano, Cartulario de San Salvador del Moral, 82).
CASTROGERIZ
La expedición musulmana del año 882, obligó a «Munio filius Nunni» a retirarse del castillo por no estar debidamente fortificado (Albeldense, núm. 69).
Al año siguiente, 883, las tropas de Almondar avistaron al castillo de Sigerici en estado de defensa: «mumitum invenit, sed nihil in eo egit» (Id., núm, 74).
Año 972. Unión de San Miguel de Valbuena por el Abad de Cardeña: «monasterium qui est situm Subtus Castro xeriz territorio per nomine S. Michaelis locum super pisoriga rivulum iuxta Bona matre, circa villa Vallebona…» (Berganza, 11-410).
Año 978. Infantado de Covarrubias: «De Castro: Villa Veta et illo monasterio Sancti Jurde …». Santurde, término municipal de Villasandino, en dirección a Olmillos.
El alfoz ocupaba la zona central del actual partido de Castrogeriz, tendido a ambos lados del camino de Santiago, deslindado por el sur por el campo de Muñó y el alfoz de Bembibre.
Por el occidente se adentraba por la actual provincia de Palencia, dilatándose por el monte de S. Cebrián de Buenamadre, cuyos derechos a la corta de madera con los de Vizmalo fue resuelto en 1183 por Alfonso VIII. En este monte, por otra parte, existían los mojones entre Castrogeriz y el monasterio de San Salvador del Moral, en el año 1270.
Más arriba de Buenamadre, las tierras del alfoz ocupaban ambas orillas del Pisuerga, alcanzando por la derecha a Melgar de Yuso y Lantadilla «… in Pisorga amne territorio Castro Scerici in Planctata et in Plantadella…» (Año 1072. Indice Docs. de Sahagún, 16).
Ceñidos a la corriente del Pisuerga, se mencionan en 1043 el Vado de Melgar y Fenioliosa [Jusué, Cartulario de Santillana, 62], despoblado de Hinojosa en el término de Hitero del Castillo, el cual no debe confundirse con el lugar de Hinojosa cercano a Castrogeriz y mencionado como propio de su alfoz en 1076 (A. C. Burgos).
Próximo a Hitero debía encontrarse «Muzerere in alfote de Castro» en 1076, despoblado no identificado, lindante con el camino de Santiago e Hitero del Castillo (A. Cat. Burgos. Becerro, 34).
Este extremo occidental del alfoz gravitando sobre el Pisuerga, desde Melgar de Fernamental a Melgar de Yuso, parece estar de acuerdo con el sentido geográfico reflejado en los fueros de Castrogeriz «… debent venire in nostro apellido tota illa alfoz, et una vice noluerunt venire de Melgar a Melgar… et fuimus ad illos et fregemus illas villas…» (Muñoz Romero, Colec. Fueros, 33).
Los términos concedidos por Alfonso VI a Castrogeriz no demarcan con exactitud la amplitud del alfoz, ya que por el norte les lleva a Villaveta, Villasilos y Villajos (este último despoblado de la banda oriental de Villasilos), registrándose al norte de estos últimos a Castrillo de Murcia y Olmillos, aldeas de Castrogeriz en 1062 y en tiempos de Alfonso VI.
Año 1062. «Castriello de Muza, in alfote de Castro» (Arlanza, 59).
Años 1072-1109. Fueros de Vallunquera. «…villa Olmillos et Hiçara in alhoce de Castro ubi ambas villas sunt» (Acad. Hist. Colec. Fueros. 116).
El extremo oriental de los términos lo coloca en Valdemoro contenido con Hontanas y Quintanilla, en donación de Fernando III en 1221 a la iglesia de Burgos «… duas meas villas in alfoz de Castrosoriz sitas… una dicitur Valdemoro et altera dicitur Quintanella inter Valdemoro et fontanas in strata Sancti Iacobi» (A. Cat. Burgos. Becerro, 96). Quintanilla y Valdemoro, despoblados en término de Hontanas.
Más al oriente, sobre el mismo camino de Santiago, se identifica el despoblado de La Nuez, con el lugar donado al monasterio de Cardeña en 1079: «…illa Noze in alfoze de Castroseriz» (Becerro Cardeña, 266), y a orillas del Hormaza a Isar, «Hiçara» de los Fueros de Valiunquera.
El límite meridional está indicado por Vallunquera: esta indicación única en el perfil de la demarcación puede completarse con otras procedentes de documentos de los siglos XI y XII.
Al suroeste de Vallunquera existe aún la granja de Valbonilla, mencionada en privilegio de 1173: «… uilla… iam dicta Valuoniella… in terminis de Castro Çoriz…» (Biblioteca Na. Ms. Privilegios y Donaciones. Cc. 80).
Al norte de Vallegera se encontraba la iglesia de Fuenteencina y el «Valleio de Ervelas» (Valderuelas), señalada una y otro en el privilegio de Santiliana de 1043 (Jusué, Cart. Santiliana), el cual agrega aún en el término de Castrogeriz a Valmayor, pago situado entre la Granja de Villimar (Villaymara en el siglo xvi) y Víllaldemiro.
FRONTERA DEL OESTE: CASTELLANO – LEONESA
Testimonios referidos al siglo XI señalan el Pisuerga como límite occidental de Castilla.
Alfonso V de León (999-1027) al reedificar León «… diol buenos fuers… et tod el regno que es dendel río de Pisuerga fasta cabo de Gallicia…» (Crónica General).
Época de Bermudo III (1027-1037): «Ceterum Veremundus Infans a finibus Galliciensium usque ad fluvium Pisorga qui Cantabriensium separat…» (Silense, España Sagrada, 17).
Año 1065. División de Fernando I: «Dedit domino Sancio per flumen Pisorgam totam Castellam» (Pelayo de Oviedo).
Año 1070: Sancho II señala el Pisuerga como límite natural de su reino al dar al Abad de Oña, Ovidio, «… duodecim hominibus uobiscum cum transieritis pisuergam et dorium…» (Arch. Hist. N . Docs. Oña Reales).
En el siglo X, y más concretamente en la época de Fernán González, la frontera entre Castilla y León, determinada por el Pisuerga, se limitaba al tramo del río que hoy separa las modernas provincias de Burgos y Palencia, y aun éste fue rebasado por el Conde castellano a partir de la muerte de Ramiro II (950).
Al desaparecer Fernán González (970) no era el Pisuerga el extremo occidental de Castilla sino el Condado de Carrión, por lo cual alcanzan rigurosa exactitud geográfica los límites «… de Carrione usque ad grannonem…» registrados en el fuero de Cervatos por el Conde Sancho García en el año 999.
El desplazamiento de la frontera hacia el oeste, desde el Pisuerga hasta los lugares del Condado de Carrión tiene expresivo precedente en la demarcación de la Sede Legionense por Ordoño II en el año 916, confirmada por Ramiro II en 955. En el diploma el monarca leonés atribuye a esa iglesia, frente al tramo del Pisuerga: «Palentina cum suas villas, in Monteson cum suas villas, Sª María in Carrión cum suas villas, Saldaña et Sancto Romano [de Entrepeñas]…» (España Sagrada, 34-460).
En el extremo septentrional de la moderna provincia de Palencia, la comarca de Aguilar, lindante con Santander y Burgos y cruzada por el río Pisuerga, pertenecía a los Condes de Castilla, y el testimonio de Brañosera (al norte y cerca de Aguilar) tiene fuerza decisiva, sean sus fueros del siglo IX o del X.
Esta comarca lindaba por el oeste con la demarcación leonesa del Castillo de Piedras Negras, levantado en la peña de Tremaya al lado de Lebanza y cerca de las fuentes del Pisuerga, conocida en el año 932 con el nombre de territorio Cirbariense (Cervera de Río Pisuerga) (F. J. Pérz de Urbel, Condado de Castilla, III, núm. 217). A escasos kilómetros al suroeste de Aguilar está Cozuelos, leonés en 947 y seguramente castellano en 968, fecha en la que aparece terminante el señorío castellano por tierras de Aguilar, con la donación de Fernán González «Kastellensis et Asturiensis Comite» de propiedades en Valberzoso (al norte de Aguilar), Aguilar y Villalaín (Serrano, Becerro de Cardeña, 258).
Otro lugar llamado Porquera [de los Infantes], inmediato a Aguilar, es objeto de una merced del Conde García Fernándezen 978 (Serrano, Cartulario de Covarrubias), y su sucesor Sancho García dispone por estos parajes de los lugares de Cuena, Canduela, Salcedillo, Brañosera… (Cervatos, Fueros, 999).
Porquera de los Infantes y Subterránea [La Soterrana, no lejos de San Andrés de Valdelomar, en la raya de Patencia con Santander] de la jurisdicción de Ibia, integradas el año 978 en el Infantado de Covarrubias por el Conde García Fernández, son lugares que con la iglesia de San Vicente de Mata «in alfoce de Hipia» en 977 nos orientan en la localización de esta demarcación o alfoz conocida con las variantes de Ibia o Hipia.
Con esta última Lope Fortunionis «domnus Ipia» confirma en el año 1048 la donación de García Navarra a favor del Monasterio de Oña de varios lugares registrados en el año 1011 dentro del alfoz de Paretes Ruuias (Álamo, Colec. Dipl. de S. Salvador de Oña, núm. 35), extendido por orillas del Ebro en la zona meridional de Santander, lindante con Burgos y Palencia.
Esta variante de Ipia vuelve a repetirse en documento del año 1056 «in territorium de Ipia in loco pernominato in villa quod dicitur Menaza…» (Serrano, Becerro de Cardeña, 237). Menaza, al norte de Aguilar, cercana a la raya de Santander.
La forma de Ibia es empleada por la Historia Roderici, al recordar la merced de varios castillos y alfoces hecha por Alfonso VI a favor de Rodrigo Díaz de Vivar: «…castrum que dicitur Donnas et Castrum Gormaz et Ibia et Campos et Egunna…» (Menéndez Pidal, España del Cid, II, 928).
En 1116 la reina Doña Urraca donaba a San Salvador de Oña «meo monesterio quod uocitatur Sancta Eufemia que iacet in alfoz de Ibia, et do nobis eum ad opus vestri monasterii uidelicet Sancti Petri de UaldecaL.», mencionándose entre sus términos Montenegro y Pozancos (A. H . N . Oña. Reales. 1-31. Publicado por Álamo. Colec. Dipl. de S. Salvador de Oña).
Santa Eufemia de Ibia, San Pedro de Valde Cal, Montenegro y Pozancos, muy próximos entre sí, situados al norte de Palencia y lindantes con la provincia de Burgos. Es particularmente interesante, desde el punto de vista geográfico-histórico, San Pedro de Valde Cal, incluido por el Conde Sancho de Castilla en el año 1011 dentro del Condado de Amaya (Dotación de S. Salvador de Oña), referencia documental que nos permite establecer un perfil divisorio entre las demarcaciones colindantes de Ibia y Amaya.
Años después—1135—uno de los lugares de Ibia aparece en la Carta de Arras de doña Estefanía Armengol, otorgada por el Conde Rodrigo González de Lara: «Et in alfouz de Ibia que est in Campou do vobis quantum habeo in uilla quam nuncupatur Souto…» (Mañueco, Docs. de Santa María de Valladolid, núm. 31).
El alfoz de Ibia mantenía su personalidad en los años centrales del siglo XII, aunque eclipsado por la preponderancia de Aguilar, en cuyas tierras se encontraba. Así en 1146 en la merced del alfoz de Gama a favor de D. Nuño Pérez de Lara por Alfonso VII, confirma Ferrant Ruiz, Señor de Ibia (Salazar y Castro, Casa de Lara, IV, 619). Finalmente, su exacta localización, con el mapa a la vista, nos la proporciona la serie y orden de los señores que confirman un documento del año 1164, referente a Quintanilla [de las Torres, cerca de Aguilar]. «Don Alvaro Aguilar, Don Nunno Auia et Ferrera, Aluaro Rodrid Ibia, Don Gómez Prado et paredes rubias» (Arch. Hist. Nac. Bec. Santa María de Aguilar, 27).
Ibia tenía en esta época en sus límites meridionales los territorios de Herrera de Río Pisuerga y de Avia de las Torres, Aguilar se encontraba al oeste. Al norte, Prado (Valdeprado-Reinosa), y al este, el viejo alfoz de Paredes Rubias (tierras meridionales del partido de Reinosa), juntamente con los alfoces de Gama y de Amaya.
En el centro de la pequeña comarca donde se han localizado los lugares del alfoz de Ibia, perviven formas toponímicas de expresiva significación, como Pomar de Valdivia, cabeza de ayuntamiento nutrido por varios núcleos de población denominados Bascones de Valdivia y Elecha de Valdivia.
Más al sur, entre los condados leoneses de Saldaña, Carrión, y Monzón y el río Pisuerga, el Privilegio de los Votos de Fernán González (muy posterior, aunque de indiscutible valor geográfico) enumera los lugares obligados con ofrendas a San Millán, en plena coincidencia de límites con los señalados por el Fuero de Cervatos en 999: «… incipientes a fluvio Carrionense… Fromesta, Avia, Ferrera, Studiello…»
Avia era leonesa en el siglo XI y se encuentra entre los lugares dados a la iglesia de Palencia en 1035 por Bermudo III de León (Pulgar, Historia de Palencia).
En 1073, Alfonso VI otorgaba fueros a íos habitantes de Osorno de Escobarrila [Osorno la Mayor] en el alfoz de Avia(Academia de la Historia, Colec. Fueros y Cartas Pueblas). Dicho alfoz se extendía en el siglo XIl entre el Pisuerga y los Condados de Carrión y Saldaña, y a él pertenecían Páramo de Boedo, Barcena de Campos, Santa Cruz del Norte, Espinosa de Villagonzalo, Osorno la Mayor y Villaherreros.
Al sur del alfoz de Avia y al sureste del Condado de Carrión se comprueba la dominación de Fernán González entre el Ucieza y el Pisuerga, con la donación en 968 del monasterio de San Miguel de Castro Tamara (cerca de Frómista y de Pina de Campos) a favor del de Rezmondo, situado en el Condado de Amaya. Años después el mismo monasterio de Tamara es donado a Cardeña por el Conde García Fernández.
En esta comarca, entre Tamara y el Pisuerga, se localizan varios de los lugares repoblados por Fernán Armentáriz, como Melgar de Yuso, Boadilla del Camino, Santiago del Val de Santoyo, Hítero de la Vega, cuyos fueros se otorgaron con el consentimiento del Conde García Fernández.
Estas poblaciones se consideraban a fines del siglo XI como emplazadas en suelo leonés por diploma de Alfonso VI al dar a San Isidro de Dueñas el monasterio de Santiago del Val, «que está ad partes de Castella, en término de Astudiello»(Indice Docs. de Dueñas).
Astudiello-Studiello = Astudillo, al oeste del Pisuerga, era leonés en 947 (Urbel, núm. 217), pero en 999 entran en Cervatos propiedades «in Bobadiella del Camino… et in Torre de Astudiello», concedidos por el Conde Sancho García.
PAREDES RUBIAS.
Las tierras del sur del partido de Reinosa, lindantes con la actual provincia de Burgos, o sea el valle de Valderredible, parece eran extrañas a Campó a principios del siglo XI. Dentro de Valderredible existía en el año 1011 el alfoz de Paredes Rubias.
El conde Don Sancho, para incrementar la dotación de San Salvador de Oña, entresacó de él varios lugares. «Et in alfoc de Paretes Ruuias, Alfania, Villanoua, Ecclesia Sancti Iohannis, Eccl. Sª. María, ín Pollientes, in Llamata, Villa Garssia…»(Álamo, Colección diplomática de San Salvador de Oña, núm. 8).
Estas mismas villas fueron de nuevo agregadas a Oña en 1048 por García de Navarra, recordando en el documento cómo su abuelo el conde don Sancho, las puso en el citado monasterio, y que, perdidas al fallecer el conde, su padre, Sancho el Mayor de Navarra, no encontró ocasión de restituirlas, ni el mismo don García pudo realizarlo hasta el año 1048.
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